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“Uno de los roles de los papás adoptivos es preservar la historia de los chicos”


La experiencia de la adopción de niños y niñas de la "segunda infancia" está llena de mitos y prejuicios. Todos los referentes del tema coinciden en que la mayoría de los aspirantes a adopción prefieren un bebé antes que un chico que ya tiene una historia con una familia de la cual ha sido separado.


Sin embargo, los relatos de padres adoptivos muestran que la vida está llena de desafíos, y que los hijos adoptados adoptan a su vez a sus padres, y que cada vínculo es una construcción única llena de alegrías y desafíos.


Es el caso del inmenso amor de Fabián y Rodrigo, que se adoptaron hace algunos años y construyen esta familia todos los días. La agencia ANITA conversó con Fabián, docente, investigador y activista por los derechos humanos, sobre la travesía llamada paternidad.

Esta nota es parte de la serie que incluye también conversaciones con Gustavo Gramajo, trabajador social del Registro Único de Aspirantes a la Adopción, Orlando Stoyanoff, juez de Familia del Poder judicial de Tucumán, Mirta Medina, directora del Hogar Eva Perón, y Julio Sal Paz, padre de Lautaro Y Ramiro.

¿Qué experiencia tuviste con el proceso de adopción de tu hijo?


El sistema de adopción tiene una deuda importante, tiene que ver con la organización del procedimiento. Yo soy de la idea que un adulto que quiere adoptar lo primero que tiene que hacer no es llenar un papel que te pregunta de qué edad querés, si querés varón o mujer…En Córdoba hay un cuadradito que me parece espantoso que es diversidad cultural. Eso es nazi directamente...Es colocar al chico como a disposición del mundo adulto.


Lo que uno lee actualmente es a la inversa: la adopción es una institución que obliga al Estado a garantizar una familia para todos los chicos. Se dio vuelta ideológicamente a lo largo de la militancia global por los derechos del niño; pero en la práctica hay un largo camino por recorrer. Yo lo viví en carne propia. No había puesto prácticamente ninguna condición y eso le hacía ruido a la psicóloga; decía que a mí me daba todo lo mismo. Yo le explicaba que la disponibilidad adoptiva de un tipo soltero, profesional, viniendo de una estructura familiar recontra fuerte, iba a ser más dificultoso criar un bebé con pañales que un niño, pero para el sistema, el hecho de que a mí no me interesara ni la edad ni el sexo ni los rasgos era sospechoso.


Yo sé que estaba rompiendo varios estereotipos. Cuando la jueza me terminó de inscribir me preguntó cuál era la idea de que un tipo soltero se haga cargo de la crianza de un chico, teniendo una carrera promisoria y la posibilidad de viajar. Yo le pregunté si ella tenía hijos, me dijo “por supuesto”, entonces yo le pregunté si ella los considera una carga...En ese sentido creo que uno va rompiendo ciertos prejuicios que todavía están instalados pero van cambiando.


¿Qué rol les cabe a los niños?


Me angustia mucho pensar en los chicos que son presa de este tipo de prejuicios. El sistema judicial es una picadora de carne humana. Un niño por un lado fue salvado del sistema, porque si un chico llega al sistema de adopción es porque su vida esta en peligro. Por un lado le salvan la vida y por otra los colocan en casilleros, como el caso de mi hijo, tildado de caso difícil/ imposible de conseguirle una familia.


¿Cómo fue su caso en particular?


Aparezco yo y por suerte encuentro en un juzgado de la provincia de Buenos Aires, de Lomas de Zamora, un equipo técnico con otra mirada respecto de la adopción, que trata de velar por los intereses del chico. Cuando yo me presento hacen una mini evaluación porque yo ya había sido evaluado en Tucumán y tenía una carpeta, porque el RUA permite el ingreso para chicos de otras provincias; hubo un acompañamiento excelente de ese equipo en la vinculación.


De repente se me hacía presencia concreta Rodri, era un chico con discapacidad mental, yo no tenía idea del tema. Al mismo tiempo yo sabía que cualquier papá que tiene un hijo por ejemplo con sindrome de down tampoco sabe cómo es, tiene que salir a averiguar.


¿Qué fue lo que lo decidió?


Lo que a mí me decide a adoptar a Rodri es la decisión de Rodri de adoptarme a mí. Yo trato de difundir eso. Algunos plantean la adopción de chicos grandes como complejo. Pero como me dijo la jueza, es el zapato para el pie, no tiene que ver la edad, ni la historia del chico, ni mi historia. Es cómo se da la vinculación y los apoyos que uno tiene en esa vinculación. Yo tuve un apoyo enorme del equipo que lo cuidaba. Rodri estaba en un hogar y tenía como 15 adultos alrededor cuidándolo.


Por supuesto eso no llega ni cerca a un entorno familiar. Los chicos institucionalizados están muy marcados. Pero ese equipo tenía muy claras las necesidades de Rodri, entendieron mi expectativa y en ese entorno mi pregunta era ¿qué pasa si yo me muero, cuando yo sea viejo y Rodri tenga un solo papá, y él con una discapacidad?, la pregunta era frente a un niño cuyo futuro no estaba muy claro en cuanto a autonomía, y yo era un hombre solo a cargo.


La respuesta de la trabajadora social fue muy humana. Me dijo: “mirá, ninguno de nosotros tiene la vida comprada, ni la mejor de las vidas; si vos sentís que podés hacer algo por la vida de Rodrigo, por tu vida y la de los dos, y Rodrigo tiene muchas ganas con eso alcanza y sobra; el futuro no lo tiene nadie asegurado”. A veces uno se enrosca con demasiadas preguntas. En ese sentido el equipo me acompañó con ese tipo de encuadre. Sin ese acompañamiento no sé como hubiera sido.


¿Cómo fue ese comienzo a la distancia?


En tres meses de visitas que yo viajaba, nos veíamos sólo cada 15 días y la verdad que el vínculo fue creciendo. Lo conocí el 4 de octubre y el 6 de enero lo estaba trayendo a Tucumán de vacaciones; yo quería probar convivir una temporada, y no se fue más, porque yo lo traje de vacaciones pero tenía su dormitorio, había dejado la pintura para pintarlo juntos, medio jardín para plantar árboles juntos.


¿Alguna vez se plantea la posibilidad de un hermano?


Una vez que pasé dos años de mutua adaptación cuando estuvo estable el vínculo empezó a circular la fantasía de un hermanito pero fue un no rotundo. Siempre circula la idea, ahora que él está más grande está con fantasía de cuidar nenes más chicos.


¿Cómo es el Rodrigo de ahora con respecto al que esperaba?


Tiene 15 años, y todos los fantasmas sobre su autonomía se disiparon; es común en los chicos que vienen institucionalizados, adquieren diagnósticos de retrasos mentales que en realidad muchas veces son falta de estimulación, cariño, contención que cuando empiezan a tener su pieza, porque no es solo el abrazo, es un apellido, saber que se van a la escuela y vuelven a la casa, saber que todos los días tiene comida, un hogar, nombre, un entorno, cosas que los que tuvimos la suerte de tener una familia ni nos damos cuenta... cuando desde chico te faltan esas cosas, eso te va a afectar en tu construcción, en la medida que uno va reparando ese tipo de cosas es maravilloso.


¿Cómo juega su activismo en esta experiencia?


La nuestra es una historia que se arma a partir de cuestiones no muy lindas, al contrario, de muchos sufrimientos, no sólo de parte de Rodrigo, también de mi parte, por ser gay uno fue criado para ser el tío soltero de la casa, para cuidar a los padres; de repente al sentirse integrado a la dinámica familiar como uno más te das cuenta post facto del sufrimiento que tenías por ser el puto de la familia. Como sos puto, no familia, no matrimonio, no hijos, porque a nosotros tampoco se nos ocurría. Cuando vino el matrimonio igualitario muchos dijimos sí se puede hacer.


Como militante de la diversidad pienso que estamos haciendo camino. Los chicos que vienen ahora, los de las escuelas, pueden naturalizar la adopción, la familia homoparental, la familia monoparental. Pueden naturalizar algo que para nosotros fue una pelea.


¿Qué le diría a quien quiere adoptar?


Yo lo que diría a quienes quieren adoptar es que sean honestos consigo mismos y que sepan que la vida pasa muy rápido. Lamentablemente hay muchos chicos que necesitan una familia. El sistema de adopción no es el óptimo pero funciona. Yo soy de los que creen que uno tiene que apostar a la legalidad de estos vínculos. Desde que manifesté mi idea me surgieron muchas posibilidades de criar, de ser papá “por izquierda”, y siempre dije que no, porque siempre imaginé poder decirle “tu historia está en este expediente”, aunque sea dolorosa, complicada y a veces negada, creo que uno de los roles de los papás adoptivos es preservar y conservar la historia de los chicos, y eso solo se puede hacer legalmente; lo otro no es adopción, es apropiación, crianza; pero cumplir legalmente la función es por ahí.

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