De Pastillitas chiquitas y nuevos paradigmas
Una semana de cantinela repetida
Perdón que me meta. Porque a esta altura de la semana, ocho días después de ocurrida la tragedia hablar de Time Warp es meterse en una conversación social donde hablaron todos. Y donde se dijo (y escribió) de todo. Tanto desde miradas más bien conservadoras y reaccionarias que cargaron las tintas y las responsabilidades por la tragedia en las propias víctimas y en sus familiares, o en los jóvenes en general (“que se drogan por falta de proyectos de vida”, según sostienen sin lugar para los grises) como desde enfoques supuestamente progresistas (como la triste nota de Mempo Giardinelli del lunes 18 de abril en Página/12, donde pierde los estribos y lejos del rol del intelectual al que nos tiene acostumbrados vierte expresiones agresivas de este tenor “Esos repudiables “eventos” drogaestimulantes, que se repiten en boliches o en privado, son una peste que crece sin freno: en la Capital, en el conurbano, en todo el país e incluso en los pueblos más pequeños del territorio nacional pululan tugurios como Costa Salguero”, que lejos de ayudarnos a comprender y complejizar, echan leña al fuego en la hoguera de los juicios tajantes desprovistos de información real.
Así, opiniones provenientes de enfoques ideológicos diversos llegaron a la conclusión de que la culpa de todo lo ocurrido es la misma música electrónica (increíble pero sí, se le ha endilgado el mayor peso de responsabilidad al estilo, al tecno, al sonido electrónico) y al tipo de fiesta. Casi que sin tiempo para parar la pelota y pensar lo que implica afirmar semejante barbaridad, o sea que un determinado tipo de arte sea el responsable de las conductas humanas. La hipótesis es que si el éxtasis es un desinhibidor que ayuda a mantener el cuerpo activo, o que si la ketamina da sensación de energía momentánea, entonces una música que requiere de continuos danzarines, indefectiblemente necesita cuerpos drogados.
De no creer pero sucedió durante toda la semana, sucede hoy domingo y sucederá mañana, dentro de quince días y el año que viene también. Cada vez que nos encontremos frente a un acontecimiento de esta naturaleza en dónde se pierden vidas humanas como ocurrió en su momento con Cromagnon (aunque los acontecimientos hayan tenido un origen y devenir diferente al de Time Warp) lo primero que se vendrá a la cabeza de la dirigencia estatal y el periodismo hegemónico serán operaciones de estigmatización de los jóvenes (a los que se desconoce y no se entiende), de sus prácticas y espacios de socialización y reafirmación, y sobre todo rápidas salidas y soluciones demagógicas que lejos de estar comprometidas con soluciones reales serán el punto de partida de nuevos problemas.
Si faltaba el botón de muestra para convencernos de que cualquiera habla de cualquier cosa sin saber ni preocuparse por informarse nos vino a quitar la angustia la vice presidenta de la Nación Gabriela Michetti cuando se refirió al tema (4 días después de ocurrida la fatídica noche, o sea con tiempo de sobra como para charlar unos minutitos con algún toxicólogo, epidemiólogo, sociólogo o con algún joven que algunas vez haya asistido a una rave o haya tocado/visto una bandeja de mezcla y remix) diciendo que lo complicado del asunto (¿del narcotráfico?, ¿de las fiestas electrónicas? ¿de las adicciones? No quedó claro) reside en el tamaño de la pastillita (de éxtasis o LSD) porque es muy chiquitita y en la más que sospechosa inmunidad juvenil, dado que si se los toca a los jóvenes que asisten a una rave para quitarles sus estimulantes se podría “armar lío”.
El otro botón del escote (de un tamaño evidentemente mayor al de las pastillas) nos lo propinó la propuesta de la concejala Graciela Suárez del FPV de prohibir las fiestas electrónicas en Tucumán. Consultada por los argumentos de la iniciativa la edil capitalina respondió sin sonrojarse que “Es un proyecto para prevenir, no es en contra de nadie. Me informaron que en distintos boliches hay música electrónica, no tenía conocimiento de eso. También sabemos que en varias fiestas proveen drogas a los chicos. Estamos trabajando; es una manera de prevenir -insistió la concejala-. Sólo estoy preocupada como funcionaria, madre y abuela” (SIC).
Por suerte hubo otras voces
Pero bien sabemos que en el cauce de la alcantarilla de la ignorancia de vice presidentas y concejalas circula alguna verdad que valdrá la pena averiguar o sacudir para que aparezca. No vamos a deslindar responsabilidades, hoy día hay un fiscal investigando y una causa reuniendo pruebas sobre las responsabilidades penales del gobierno porteño y sobre la parte de culpa que le toca a las empresas encargadas de la organización de la fiesta electrónica.
El fiscal Federico Delgado ha llegado, con muy poca prensa por cierto, a declarar que Costa Salguero ese viernes de Time Warp "Era una zona liberada", sostuvo también que "había muchísima más gente que la que tenía que haber", 20 mil en total, 7 mil más de lo permitido y el doble de lo que había informado el gobierno porteño. También afirmó que allí "se toleraba la venta de droga" y que hay que investigar "si también se fomentaba" el consumo. Dice tener elementos para apuntar "responsabilidad mixta" de los organizadores y de las autoridades de la gestión de Horacio Rodríguez Larreta (jefe de gobierno de la CABA) y reveló que "casi” todos los testimonios (de la causa) coinciden en algunos puntos: hacinamiento, cantidad de gente, escasa ventilación, venta de drogas, escasez de agua y falta de atención médica".
Como si fuera poco, después de entrevistar a más de 50 asistentes dijo que "No hemos encontrado indicio de que haya sido una sola persona la que vendía droga. Todo hace pensar que esto era una zona liberada donde cada cual podía vender por cuenta propia pastillas, hubo responsabilidad de la seguridad privada, Prefectura y los controles del Gobierno de la Ciudad".
Se está investigando pero podemos sospechar cuando las responsabilidades mayores se endilgan a los eslabones más débiles y a las propias víctimas hay que sospechar que no tenemos que quedarnos con lo primero que escuchamos. Por eso más allá de lo que digan opinólogos y panelistas de programas de radio y TV para entender el fenómeno del crecimiento del consumo de drogas sintéticas, baratas y hasta drogas legales (alcohol, tabaco, y psicofármacos) debemos ampliar la mirada y correrla del análisis basado en los preceptos morales y las claves de la buena conducta, para centrarla en el rol del estado como regulador de todos los mercados de los bienes realmente existentes y en el derecho de los ciudadanos a contar con más y mejor información acerca de las sustancias que consume, de sus riesgos y consecuencias. Una mirada basada en el enfoque de la Salud Pública antes que en el modelo punitivo de las reglas dese cumplen y las que se transgreden, de las perversiones actuales vs la buena moral de antaño y todo el acervo de discursos que, repetimos, corre el peligro más grave de encontrarse de cara frente al abismo de expresarse sobre eso que desconoce por completo.
El Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) se pronunció de modo claro con un comunicado y apuntó que el peligro de la retirada del Estado es que el tema quede en manos de mafias y de un mercado desbandado. “Por un lado, la ausencia de regulación estatal no hace más que fortalecer el negocio de la producción y el tráfico de drogas y generar ganancias extraordinarias. Por otro, en su guerra contra las drogas el sistema penal –las fuerzas de seguridad, los servicios penitenciarios, el Poder Judicial– es responsable de graves violaciones a los derechos humanos. Por último, los graves daños a la salud de los consumidores se derivan en buena medida de la ausencia del Estado en su rol de contralor: las drogas son un gigantesco mercado desregulado o, mejor dicho, regulado por mafias”, detallaron. “La muerte de los jóvenes en Costa Salguero es consecuencia de esto último”.
Y dieron en el clavo con uno de los temas que nunca se tocan cuando nos encontramos de cara a estos triste sucesos. Cuál es el rol verdadero del Estado frente a un tema que no aparenta retirarse del escenario en los tiempos que corren. La sociedad consume drogas, algunas son lícitas y otras, no. Eso es un dato, no algo que nos encuentre en posición de elegir. Tal vez sería mejor que no lo hiciera, pero lo hace, y lo seguirá haciendo. El consumo de sustancias no se terminará porque se prohíba un determinado tipo de fiesta, y el negocio no disminuirá porque se persiga a los pequeños consumidores, ni a dealers de poca monta. Tal vez la solución, lejos de la demagogia y los anuncios grandilocuentes sea más costosa, más parsimoniosa, más lenta y mucho menos espectacular. Menos de globos de colores y pantallas de LCD y más de consultorios gratuitos, profesionales idóneos y maestras informadas que sepan sobre LSD. Tal vez el camino a seguir desde el Estado no tenga que ver tanto con el trabajo de policías de grupos swats, y tropas de elite que invaden favelas con armas de guerra, sino más bien con el trabajo de padres, educadores y médicos que hablan de frente con ciudadanos que consumen por motivos diversos todo tipo de sustancias y les cuentan sin pelos en la lengua las consecuencias para sus cuerpos de las reacciones químicas en determinadas dosis y en determinadas condiciones de ingesta. Tal vez no haya solución sino simplemente “menos problemas”, o “problemas no tan lamentables como las muertes de numerosas personas”.
Sobre esto el CELS agregó “es necesaria una mirada sobre los consumidores no centrada en lo punitivo ni en la criminalización, que haga posible que el Estado desarrolle una política de reducción de daños. Un aspecto de estas políticas debería ser la presencia de las agencias estatales en la verificación de las sustancias que se consumen para evitar mezclas y adulteraciones letales y para informar sobre los hábitos de consumo que son menos dañinos”.
En relación a este tema esta semana, además, pasaron más cosas, alguna de ellas de mucha importancia, condición por la cual no salió en muy pocos medios, como podía sospecharse. La Asamblea General de la ONU, en Nueva York, abrió una sesión especial para debatir el futuro de la política de drogas a nivel mundial. En la primera jornada, se aprobó un documento que busca establecer un nuevo enfoque centrado en la salud pública, luego de más de cuarenta años de una guerra, promovida por Estados Unidos, que demostró su fracaso. La resolución aprobada por los representantes de los 193 estados miembros de la ONU cambió la aspiración de lograr “un mundo libre de drogas” por el objetivo de “un mundo libre de abuso de drogas”, además de que enfatiza la importancia de respetar los derechos humanos para enfrentar el problema.
El presidente mexicano Enrique Peña Nieto destacó en la sesión de la ONU que las respuestas brindadas hasta el momento “fueron francamente insuficientes”, y fue enfático, “el esquema basado esencialmente en el prohibicionismo, la llamada guerra contra las drogas, que se inició en los años 70, no han logrado inhibir la producción, el tráfico, ni el consumo de drogas en el mundo”, Luego declaró que “como presidente de México, en esta sesión especial doy voz a quienes han expresaron la necesidad de actualizar el marco normativo, para autorizar el uso de la marihuana con fines médicos y científicos”. El presidente de Guatemala, Jimmy Morales, sostuvo que las políticas para luchar contra las drogas “deben tener congruencia con la declaración de los derechos humanos” y poner “a las personas y no a las sustancias en el centro”. Y Juan Manuel Santos, presidente de Colombia dijo que “No estoy proponiendo la legalización. Estoy proponiendo que cambiemos de enfoque, de prioridades. Porque llevamos más de 40 años en esta guerra contra las drogas y no la hemos ganado”, declaró Santos a la prensa. Santos destacó varios avances en el documento aprobado, entre ellos el reconocimiento de la “autonomía de los Estados para implementar con mayor flexibilidad las convenciones de drogas”, la inclusión de los “derechos humanos”, y la admisión de que “la dependencia es un problema de salud pública”. En todos los casos, cabe resaltar, se trata de políticos provenientes de expresiones de centro derecha, pero hablan desde la experiencia, porque gobiernan países promotores de políticas centradas en el castigo al consumo de drogas que claramente fracasaron y provocaron miles de muertes.
Además hubo otra voz dando vueltas, la rescató Mariana Carbajal en Página/12, es la de Silvia Inchaurraga, especialista en reducción de daños que dijo claramente que “El problema es la ausencia del Estado”, y pidió “abordar el tema desde una mirada pragmática: las drogas de diseño llegaron al país hace más de una década para quedarse. No sirve demonizar al éxtasis como si fuera la peor droga a nivel del paco. El problema no es el éxtasis: es cómo se consume, y la ausencia del Estado para garantizar programas de reducción de daños, para intervenir y recorrer las fiestas electrónicas dando información sobre riesgos, y con stands para entregar aguas, y testear las pastillas y poder descartar las que estén adulteradas, como implementa el País Vasco desde hace varios años. Y contó su experiencia en fiestas electrónicas, su experiencia como capacitadora, sí en el medio de la fiesta ella y su equipo se instalaban en un stand con folletos de papel y encaraban a la gente, les hablaban, no iban a prohibir que hicieran lo que todos modos iban a hacer, ni a juzgarlos, sino simplemente a compartir un saber.
Inchaurraga lo relata así “Nosotros, a contrapelo de esa política oficial pohibicionista, dábamos información: si consumís éxtasis, tenés que tener en cuenta el riesgo de deshidratación, la regla de que menos es más, es decir, para sentir lo que consumiste no hay que consumir en exceso. Cuando la persona más consume, corre riesgo de no producir el efecto deseado, y necesitas más sustancia para sentir lo mismo. De nada sirve tomar una segunda pastilla en el momento. La indicación para no correr riesgo es no pasar de una pastilla, ni mezclar con alcohol, ni con otras sustancias. Hay que ver si la persona tiene antecedentes de hipertensión, de problemas hepáticos, si está embarazada, si está tomando psicofármacos por alguna patología psiquiátrica. Cada persona puede responder distinto a la misma droga y en el mismo ambiente. Eso quien consuma tiene que saberlo. También dábamos información de cómo ayudar a un amigo si no lo veían bien”
Tal vez ese sea el camino, el del diálogo, el de la producción de conocimiento y el que pone al tema de las adicciones en un marco muy diferente al que proponen los rigoreadores sociales y las fuerzas de seguridad. No es un tema, solo de policías ni de perros entrenados, es un tema social. Las drogas y su consumo dan a sus consumidores algunas respuestas, que la sola mirada del prejuicio y el estereotipo no responden. Menos los límites del Código Procesal Penal. Porque además, y esto es básico, el narcotráfico es una cosa y el consumo de drogas otra, es bastante simple darse cuenta que atrás de un pibe (rico o pobre) que consume no hay un delincuente sino preguntas o posiciones frente a la vida. Y también placeres, subjetividad, experiencia, lazo con pares, formas de estar en el mundo. Y hay proyecto, en esos jóvenes hay proyecto de vida a pesar del consumo de drogas, inclusive si debemos (los adultos audiencia de espectáculo televisivo) considerar que el consumo de drogas por incomodo que nos parezca forma parte de ese proyecto. No se consume solo por vacío existencial, sensación de soledad o abandono, o por plena consciencia del daño que el mundo nos ha hecho.
Esa imagen de ojos morados, llorosos o con resaca de lágrimas fijos en un brazo con venas hinchadas por la presión de una manguera y una jeringa atrapada en la boca, mientras con ansia se prepara el momento del pinchazo de la descarga letal, es buena para películas o para algunos casos extremos. De ninguna manera es representativa de todos los escenarios de consumo. Puede haber casos en que sí, e que hay falta de todo (de contención, de trabajo, de futuro, de lo que sea) pero de ningún modo es generalizable, y claramente nadie consume “la droga del amor” (como se la llama al éxtasis entre los jóvenes que asisten a fiestas electrónicas) sólo porque no se sepa que es lo que uno anda haciendo por la vida y ya nada tiene sentido. No es pulsión de muerte lo que la expande, todo lo contrario es parte de un código y un modo de socializar. Y cabe aclararlo, es un modo particular de socializar en un mundo donde cada vez más se les exige a los individuos que encuentren ellos mismos su propias respuestas, en un mundo donde cada vez menos valen las identidades colectivas y los espacios de representación, donde las instituciones son cada vez más inestables y menos duraderas y donde el mercado funciona como el principal interpelador en cualquier campo de la actividad social. Y al mismo tiempo sabemos que el consumo abusivo hace mal, daña la salud y puede ser letal. Como tantas otras cosas en la vida que no nos llama la atención. Entonces es hora de que haya correlación entre políticas públicas y mundo real, porque si eso no sucede seguiremos agarrándonos la cabeza cada vez que veamos por la tele este tipo de tragedias y nuestros únicos comentarios tendrán la talla que se merecen las decisiones necias y las medidas inútiles.
En esta misma página publicamos una nota que escribió Candelaria, ella estuvo en Time Warp y lo que comparte es la vivencia en primera persona con todas las dudas y verdades de alguien que vive una trama, se angustia con eso y transforma en preguntas eso que incomoda. Sin perder la alegría ni pensar que la culpa sea la única salida ante el dolor.