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Enseñar ciencias haciendo ciencias

Hay una excelente pregunta que deberíamos hacernos todos los que trabajamos en educación: ¿Qué es esa “cosa” llamada ciencia? Tal como titula a uno de sus libros, el filósofo británico Alan Cahlmers. Para muchos la ciencia es un conjunto de conceptos y conocimientos acabados. Para otros, la ciencia es una actividad de unos pocos privilegiados que tienen en sus manos un saber inalcanzable al que sólo se puede acceder a través de una vasta bibliografía junto con una actividad tan metódica y estructurada que no permite ni el menor atisbo creatividad.

Estos supuestos sobre el conocimiento científico, resabios del positivismo circulan aún dentro de varias escuelas, de muchas aulas y de demasiados docentes sosteniendo prácticas basadas en la transmisión de conceptos.


Pero, la ciencia es otra cosa, la ciencia es un modo de ver el mundo. Como expresa Diego Golombek, doctor en Biología e investigador principal del CONICET:


La ciencia no es más que un modo de conocer la realidad. Según este modo, lo esencial no es qué sabemos sino cómo llegamos a saberlo. La investigación científica siempre parte de preguntas. El asombro, la maravilla, la sed de explicaciones, la observación y el reconocimiento de regularidades y patrones son parte de este aspecto. Pero podemos estar de lo más convencidos de que tenemos “la verdad”... y se nos puede desmoronar de pronto y sin aviso. Queremos conocer y entender esta realidad y la sacudimos a preguntazos tratando de entender de qué se trata. (Golombek, 2008, p. 15)


Esta ciencia es la ciencia que tenemos que enseñar hoy en las escuelas, la ciencia que cobra vida, que pregunta, que no acepta un “porque lo digo yo”.

Enseñar ciencia haciendo ciencia…Enseñar a nuestros alumnos a pensar científicamente es brindarles la posibilidad de preguntar, de formular hipótesis, de diseñar experiencias, de analizar, de comparar, de debatir ideas, de equivocarse y volver a empezar…En otras palabras, enseñar ciencias es darle vida a esos conceptos, leyes y teorías, es preguntarse cómo llegamos a saber estas cosas que hoy sabemos.

Enseñar esta ciencia escolar no es una utopía. En muchos rincones del país, escuelas abiertas y docentes curiosos se acercan a la metodología de enseñanza por indagación a través de diferentes programas, proyectos y capacitaciones. Mediante este método, las aulas se convierten en espacios de aprendizajes verdaderamente significativos puesto que se posiciona a los alumnos en el lugar que constructores del conocimiento, donde bajo la guía del docente desarrollan competencias y construyen conceptos científicos comprendiendo la idea que se esconde en cada uno de ellos.


La indagación en el aula


La docente de cuarto grado está enseñando “circuitos eléctricos”. Los niños sentados en grupos, cada grupo tiene en su mesa: un cable, una pila y una lamparita. El problema es simple: ¿cómo lograr encender la lamparita con esos elementos?

Para contestar esta pregunta, los niños deberán intercambiar ideas y poner a prueba cada hipótesis descartando aquellas que no funcionan. También establecerán acuerdos sobre cómo registrar cada intento para no volver a repetirlos… Prueban una y otra vez hasta que por fin…se hace la luz!!


De a poco todos los grupos logran encender el circuito, ¿pero todos habrán encendido la lamparita de igual manera? De este modo, se inicia otro intenso momento de la clase, comparar y analizar los circuitos para hallar semejanzas y elaborar conclusiones.

Al finalizar la clase, los alumnos habrán aprendido que la pila, el cable y la lamparita tienen extremos (polos) y que para encender una lamparita todos los polos de elementos deben estar conectados formando un circuito cerrado. Así como también desarrollarán competencias científicas como la formulación de hipótesis, el registro de los resultados, el análisis de los mismos y la elaboración de conclusiones.

El rol del docente resulta fundamental puesto que para que esta clase tenga éxito debió generar una pregunta investigable, habilitar el espacio necesario para el intercambio de ideas, orientar el análisis de los datos registrados para luego poder darle nombre a esas nuevas ideas que surgieron a partir de la experiencia.

No es necesario un gran laboratorio, ni costosos materiales. La clave está en el cómo y no el qué, el secreto de enseñar ciencias con este enfoque es romper las estructuras tradicionales, donde el saber es propiedad de otro (un docente, un libro, un experto) y abrir el juego a la duda, a la curiosidad.

Esa es la clave, jugar con la innata curiosidad de los niños, desarrollarla y hacerla crecer para transformarla en la puerta de entrada al conocimiento. En este punto no hay diferencias que valgan, la ciencia es para todos ya que se genera un espacio donde las diferentes capacidades se combinan y potencian para llegar a un resultado. Dentro de una aula encontramos un enorme abanico: aquellos que son muy hábiles para el manejo de los materiales, aquellos que son más detallistas, otros que elaboran deducciones con más rapidez, otros que poseen mayor bagaje de saberes previos y velozmente comienzan a relacionar las cosas…entonces el aula se convierte en un verdadero intercambio que se va ordenando y acomodando para llegar a una idea, a un saber. Y así, la ciencia deja de ser inaccesible, difícil, aburrida para ser una aventura.


Capacitación en indagación


En los últimos años, diferentes espacios de formación y capacitación docente permitieron a una importante cantidad de docentes de todo el país acercarse al enfoque de enseñanza por indagación. Si bien en cada jurisdicción, actualmente se desarrollan programas específicos, por su alto impacto se pueden destacar los siguientes.


El Programa Ciencia y Tecnología con Creatividad (CTC), creado por Sangari Brasil, se desarrolló a través de una experiencia piloto entre 2009 y 2011 en algunas escuelas públicas de las provincias de Buenos Aires y Tucumán. Esta propuesta de enseñanza de las Ciencias Naturales, basada en el enfoque de enseñanza por indagación, posicionaba a los alumnos como investigadores activos.

Otro proyecto que se desarrolló entre 2006 y 2014, en la misma línea de trabajo fue “Escuelas del Bicentenario” que alcanzó 132 escuelas en 6 jurisdicciones: Tucumán, Chaco, Corrientes, Córdoba, Buenos Aires y Santa Cruz en zonas con altos índices de vulnerabilidad social.

Ambas propuestas resultaron significativas en la comunidad educativa, mejorando no sólo el aprendizaje en ciencias de los alumnos sino también la formación docente mediante el sistema de tutoría.


En este sentido, es innegable que para que los docentes puedan realizar este giro, la capacitación y la formación docente es un pilar necesario. No se trata de empezar de cero sino de mejorar las prácticas de enseñanza o en palabras de la bióloga y doctora en educación Melina Furman “introducir pequeños (pero estratégicos) cambios en la práctica con el fin de lograr grandes resultados” (Furman, 2010, p. 121)


Actualmente, los docentes de país que realizan el Postítulo de Educación Primaria y TIC del INFD, en el marco del Programa Nacional Nuestra Escuela, tienen la posibilidad de asomarse a la enseñanza por indagación en el módulo Ciencias Naturales y TIC. Quienes transitan por él manifiestan asombro y deseos por poner en práctica este manera de enseñar ciencias, los “moviliza”… Y un docente entusiasmado es un alumno entusiasmado y con deseos de aprender. Esto es lo mejor que le puede pasar a un alumno, a un docente y, por qué no, a nuestra educación.


Referencias


Furman, M. y. P. M. E. d., 2010. La aventura de enseñar Ciencias Naturales. Buenos Aires: Aique.


Golombek, D., 2008. Aprender y enseñar ciencias: Del laboratorio al aula y viceversa. Buenos Aires: Santillana.




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