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Grupos de whatsapp de padres, entre la información y el reemplazo de la escuela


En la actualidad proliferan los grupos de Whatsapp, una forma rápida de entrar en contacto entre muchas personas unidas por alguna temática o ámbito en común. En las escuelas y colegios, los padres y madres tienen los propios, para intercambiar información relativa a la vida escolar de sus hijos.


Pero lo que podría ser una útil herramienta de intercambio de datos o incluso servir para situaciones de emergencia se vuelve, en muchos casos, fuente conflicto, hartazgo o hasta vergüenza para sus usuarios. “No uso grupo con padres. Son insufribles. Es un medio de catarsis de patologías varias del mundo adulto. ¡Nuestrxs niñxs son sobrevivientes!”, dispara Fabián, padre de un adolescente de 13 años. Él probó -y dejó- el grupo de padres del curso de su hijo Rodrigo.


La mayoría de los testimonios coinciden en afirmar que el grupo es o debería ser útil para enterarse de cosas: información escolar, tareas realizadas, horarios especiales, actos o elementos que los niños, especialmente de jardín, deben llevar a la escuela al día siguiente.


Natalia está feliz con el grupo que le tocó: “Me encanta mi grupo de Whatsapp de padres. Es súper útil. Es genial porque se mandan audios e imágenes. Y me sirve para intercambio de información del jardín, cumpleaños, fiestas. ¡Tengo buenos padres de compañeros de jardín!”


Entre las preocupaciones que motivan a pertenecer a los grupos está la importancia de que los chicos y chicas “no se atrasen” con las tareas. Cristina, cuyo hijo está en 3º grado de una escuela pública, lo cuenta así: “Uso el grupo para informarme e informar cuando algún niño falta y para poder pasar las tareas para que no se atrasen, o dar algún mensaje del docente. Tiene de bueno que se informan las mamás que no pueden acercarse en algún momento a la escuela”. Sin embargo, agrega que el grupo “tiene de malo que algunas mamás hacen comentarios que no corresponden, o les prestan el celu a sus hijos para que ellos opinen en el grupo”. Cecilia, mamá de Benicio, de 5 años, opina parecido: “De bueno tiene que te relacionas con las madres de los otros chicos, las conoces y estás informada del cole…lo malo el chismerío, y que hablan de tonteras”.


Verónica, madre de una niña de sala de 5, coincide: “Al grupo lo uso para mantenerme informada sobre las novedades del jardin, recordar pedidos de las maestras, fechas importantes. Me parece bueno porque es una forma rápida y segura de estar en contacto con otras mamás y papás sobre cualquier asunto referido al jardín, como espacio facilita la comunicación entre los padres. Como negativo, que aparecen temas ajenos al grupo que generan malestar, como comentarios políticos por ejemplo. En general me parece positiva cuando los integrantes responden a los objetivos del grupo”.


¿Dónde está la escuela?


La dinámica concreta de los grupos de Whatsapp, más allá de sus supuestos propósitos, muestra que se han vuelto una herramienta de control por parte de los padres de lo que sucede en la escuela. En ese sentido, abundan las críticas a los mecanismos administrativos y disciplinarios de la escuela y a la tarea docente. Incluso hay un esfuerzo denodado de los padres y madres por incidir en la educación formal de sus hijos que, al menos en gran parte de Occidente se ha delegado hace siglos en las instituciones educativas.


En estas agrupaciones virtuales abundan los padres que discuten si es adecuada la cantidad y calidad de la tarea que los educadores les dan a los niños y adolescentes; también los que debaten si una víbora es un reptil o si el clima de Tucumán es subtropical con estación seca, para poder reforzar la función de la escuela. Según Karina, madre de dos adolescentes y psicóloga, los grupos de Whatsapp “reproducen los grupos humanos; en un curso complejo con madres complejas como el de mi hijo menor no había diferenciación entre los adultos y los chicos, no había registro del límite, era una cuestión de catarsis y no lo toleré”.


Muchos aspectos de la vida institucional de las escuelas son objeto de debate por whatsapp: la disponibilidad de bancos, la disputa por la ubicación en el aula, la conducta en los recreos, las horas libres, los talleres, ferias y eventos. Si bien siempre han existido padres que llegan temprano para verificar las condiciones en que sus hijos estudian, los grupos generan sobreinformación acerca de aspectos rutinarios que las escuelas deben canalizar por vías institucionales en una relación directa con los chicos y chicas.



Algunas críticas apuntan que los padres sobreinformados, en este sentido, no dejan que sus hijos se fortalezcan para pelear las condiciones de estudio, se impongan o negocien su vida cotidiana en el aula. Los padres que se informan sobre todo lo que pasa a diario en la escuela no dejan margen a que sus hijos transmitan (aunque sea selectivamente) necesidades, frustraciones y logros. Ellos y ellas todo lo saben antes de que sus hijos procesen cómo decírselo.


Motivo de enojo en algunos docentes es una práctica generalizada por parte de muchas madres y padres: ir a la escuela, fotografiar el pizarrón y enviar por mensaje las imágenes. Algunos adultos no toleran los tiempos del proceso de aprendizaje de sus hijos. No todos los chicos aprenden, toman nota o resuelven problemas con el mismo ritmo. Y muchos de esos padres, con fotos del pizarrón, de las tareas y los mensajes sustituyen el esfuerzo que niños y adolescentes deberían hacer para procurarse los recursos para aprender y aprobar las materias. Si un niño o adolescente no aprende a manejar los tiempos, copiar en el plazo de la clase porque sabe que los padres intercambiarán por whatsapp las tareas, parte de la histórica misión de la escuela está en duda.


Decálogos de buenas prácticas


La horizontalidad de estos grupos, la inmediatez y la ausencia de moderadores parece ser una amenaza a la eficacia de la herramienta, y en muchos casos la dinámica del grupo excede el propósito supuesto de intercambiar información.


Por ello, y para intervenir a partir de los usos inadecuados de los grupos de whatsapp el Colegio Beth de Palermo difundió un decálogo para enseñar a los padres a utilizarlos. El mensaje tuvo gran impacto dentro del grupo de los padres. "Cuando uno se empieza a ir por las ramas o a decir cosas que no corresponden alguien pone este post (flyer), para cortarlo. Se usa como escudo", le contó al diario Clarín la directora del colegio Alejandra Mizrahi. Pero no se quedó puertas adentro de la institución. A través de Facebook alcanzó a más de 288.000 personas y fue compartido casi 3.000 veces.


Dolores tiene dos hijas mellizas en 5to. grado en una escuela pública tucumana. Es de las que estuvieron y salieron de un grupo. “He salido del grupo general de padres apenas me agregaron. Tengo solamente un grupo con dos madres que son amigas mías y lo uso para pedir tareas o hablar de las niñas. En nuestro caso son amigas las niñas y son amigas las madres. Del grupo general no participo. Si surge algo que me puede interesar, las otras dos, que son más pacientes que yo, me lo comunican”. Tras su experiencia hace un análisis sobre los grupos en general: “Tiene que ver con una sobreactuación de las mamis. No le dan bolilla a los chicos pero sobreactúan frente a maestros, los otros padres y los chicos. He comprobado que hacen catarsis por los grupos, pero cuando hay algo serio para plantear a la escuela o las maestras, se borran, nadie quiere dar la cara o firmar una nota”.


En esta línea, los manuales que circulan en la Red para un uso responsable de los grupos enfatizan precisamente sobre la importancia de no usarlos como espacio de catarsis. “Información sí, chismes no”, “Publicá solo si aportás algo” y “Pensá dos veces antes de escribir” son algunos de los consejos para no saturar los grupos. Gabriela, la mamá de Nahuel, de 4 años, dice “El grupo tiene de bueno enterarse de las novedades, pero a su vez me marea con tan diferentes criterios que adoptan los padres ante una situación puntual, por ejemplo una tarea para realizar en casa”.


Joaquina tiene un hijo de 8 años y otra de 11 que estudian a distintas escuelas, y la experiencia es diferente. Su madre usa el grupo para intercambiar información y aunque percibe algunos usos inadecuados es optimista. “Para mí es bueno conocer a los otros padres, he descubierto otros modos de hacer las cosas que me han venido bien. Lo malo es que algunos ventilan asuntos personales y han llegado a ser agresivos entre ellos o incluso con algunos niños, de un modo que para mí, es demasiado "público". Creo q los grupos tienen desarrollos, movimiento, tardan un poco en asentarse y hay mejores y peores momentos”.


Mientras tanto, en la red se enfatizan consejos como “Respetá la privacidad” y “No ridiculices a nadie”; como advertencias sobre esta práctica.


Karina tiene hijos de 15 y 17 años. Y experiencias disímiles en ambos casos. “En el caso del más chico, estaba en un grupo pero las madres eran complicadas, era un grupo particular, me molestaba que se ventilaban cosas sobre los chicos, relativas al alcohol, pedían que rezáramos para que los chicos no se alcoholizaran …no me era útil, no me interesaba socializar intimidades de mi hijo. Y él habla mucho, me cuenta todo, si se manda macanas me las cuenta, es reflexivo, el grupo no me aportaba nada, por eso me fui. En cambio en el de mi hijo mayor no hay cuestiones de desbordes porque se originó en la amistad de los chicos, entonces las madres armamos un grupo.” Y agrega: “En mi experiencia personal prefiero los grupos pequeños de padres, no los grandes porque el límite de lo personal y lo colectivo no es claro, pero creo que tiene que ver con las características personales y subjetivas. Yo en mi vida elijo más el grupo pequeño para vincularme”.


En definitiva, como en la mayoría de las tecnologías de la información, se trata de un uso responsable y reflexivo, que no pretenda cargar a la herramienta de la responsabilidad de resolver todos los conflictivos o ansiedades propias de un mundo en el que la dinámica social, laboral, educativa y emocional de las familias es compleja, y donde la escuela es una de las instituciones formales que siguen peleando por conservar el rol organizador, de transmisión de saberes, de promotor de disciplina y –en términos ideales- de pensamiento crítico y autonomía.

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