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¿Para quiénes está construida nuestra ciudad?

Caminando por las calles, podemos encontrarnos con un montón de paisajes urbanos que hablan de las formas de socialización que tienen los tucumanos en la vía pública. Veredas pequeñas que apenas permiten transitar, edificios que no están en condiciones para personas con discapacidad, madres intentando transitar sin éxito con sus coches, otras alimentando a sus hijos mientras caminan, la tercera edad movilizándose con sus bastones, adolescentes realizando deportes urbanos sin espacio físico adecuado, autos en doble fila imposibilitando el paso.


Entonces, las preguntas aparecen: ¿Cómo socializamos en Tucumán? ¿Cuál es el modelo de ciudad que queremos? ¿Podemos participar de su construcción? ¿Cómo se debe garantizar una ciudad que piense en los derechos de los ciudadanos?


Para indagar al respecto, ANITA, habló con la Arquitecta Verónica Mansilla, quien fue expositora en el Congreso Ciudades Educadoras con su proyecto “Construir el Vacío”. Además, trabaja en el Programa de Discapacidad e Inclusión Social de la Universidad Nacional de Tucumán (ProDIS).


El Congreso Internacional de Ciudades Educadoras recibe actores políticos y representantes de organizaciones de la sociedad civil de todo el mundo, en un espacio de diálogo para pensar la ciudad como un lugar de aprendizajes permanentes, de convivencia y de diálogo sobre los valores de la ciudadanía democrática. Busca la cooperación para hacer de las ciudades, con su multiplicidad de actores e instituciones, espacios educadores.


Verónica Mansilla nos brindó su perspectiva y aproximación para pensar en una “ciudad amigable” para todos los ciudadanos, en especial para niños, niñas, adolescentes, mujeres y personas con discapacidad, que son los más afectados a la hora de participar en la socialización del espacio público.


¿Por qué crees que los niños, niñas y adolescentes, mujeres y personas con discapacidad son los que más tiene complicaciones para desenvolverse en el espacio público?


Porque las ciudades están diseñadas para un ciudadano tipo. Básicamente está pensada para hombre joven, con todas sus capacidades y habilidades en el mejor de sus momentos, que se traslada rápido y solo.

La circulación de automóviles por las calles de la ciudad hace complicada la vida principalmente a los peatones, o sea a todos los ciudadanos, porque en algún momento del día, cada uno de nosotros somos peatones. El problema de nuestra sociedad es que se ha priorizado un determinado modo de transporte, usado por un público muy específico. Estos grupos de personas vulnerables (niños, adultos mayores, personas con discapacidad, mujeres, etc.), se mueven por la ciudad, mayoritariamente a pie, y por lo tanto son los que más dependen del buen diseño del espacio público: veredas en buen estado, rampas que salven desniveles entre vereda y calle, cruces peatonales demarcados, buena iluminación, espacios para el descanso, un excelente sistema de transporte público, con sus unidades accesibles, etc.


¿Cuáles son las características de una ciudad inclusiva?


Una ciudad inclusiva es aquella que se ha pensado para ofrecer y satisfacer las necesidades de los ciudadanos con criterios de equidad. Hoy en día, tenemos ciudades que excluyen, expulsan, niegan y ‘se reservan el derecho de admisión’ para una vida en sociedad de un gran número de personas, y sobre todo, a estos grupos de personas más vulnerables. Una de las causas de este desajuste es que hay una tendencia todavía dominante de diseñar para un público “normal”, pero las personas no pueden definirse mediante unas capacidades, medidas o stándares, sino que deben considerarse de una manera más global en la que la diversidad sea la norma y no la excepción. Es decir que, una “ciudad para todos” debería reconocer la infinita variedad de la capacidad humana, la edad y la cultura en todos los aspectos de nuestro entorno físico, de información y de comunicación.


Una ciudad inclusiva es una ciudad cómoda, que “hace la vida más fácil”, y no frustra a las personas por no poder decidir libremente qué, cómo y cuándo, vivir y disfrutar de sus espacios públicos. En donde los niños puedan jugar en la calle, o ir caminando a la escuela, y que tanto las personas mayores como las personas con discapacidad puedan moverse con total autonomía por la ciudad. También una ciudad en donde las mujeres no tengan que planificar cuál camino elegir y sentirse segura.


Seguramente son pocos los transeúntes que se detienen a prestar atención en todas las dificultades que experimentan recorriendo calles sin veredas o en mal estado, sorteando huecos y raíces que levantan el piso, alcantarillas en mal estado y otros tantos obstáculos. Hay que saber que poder trasladarse con libertad y seguridad en el espacio público de una ciudad es un indicador de calidad de vida.


¿Tucumán cuenta con espacios de socialización inclusivos para personas con discapacidad? ¿Qué impactos generan?


Es importante insistir en que no solo las personas con discapacidad se encuentran con dificultades de interacción con el entorno, sino que cualquier persona puede toparse con ellas en un momento de su vida. Han habido cambios demográficos y las razones por las que nuestro planeta crezca en número no es sólo por los bebes que nacen a diario, sino también porque vivimos más tiempo. El siglo XXI ofrece la promesa de la longevidad, que nos permite vivir más tiempo que nunca antes. La vejez es una de las etapas de la vida que, con suerte, a muchos de nosotros nos tocará vivir.


Sabemos que es a pie, fuera de los automóviles, en donde se producen las relaciones más directas e intensas de las personas con el entorno físico y social. Las calles y las veredas, son nuestros espacios de sociabilización por excelencia, son los espacios públicos esenciales para la vida urbana. Su calidad está definida por la intensidad de las relaciones sociales que facilitan. Son lugares en los que nos comunicamos, conversamos, intercambiamos, jugamos, corremos, caminamos o, simplemente, estamos viendo la gente pasar.

Nuestra ciudad carece de espacios públicos facilitadores de estos intercambios entre las personas. Veredas seguras, accesibles y bien cuidadas son una inversión fundamental y necesaria para las ciudades, y también se han aprovechado para mejorar la salud pública en general y maximizar el capital social.


Y es evidente que el espacio público en nuestra ciudad no es percibido como propio: los nuevos equipamientos en plazas y parques duran muy poco tiempo en buenas condiciones: juegos infantiles, basureros, iluminación, bancos, etc. Vivimos en una sociedad que prevalece el interés particular sobre el colectivo, lo que deteriora las posibilidades de construir vínculos sociales. Tenemos que repensar la manera en que se hace ciudad: en la medida en que comprendamos que hay que valorar y cuidar más lo colectivo sobre lo individual, avanzaremos hacia una mejora de la calidad de vida de todos.


Muchas veces los jóvenes y adolescentes reclaman espacios destinados a sus actividades deportivas (skate, bike, patinaje y deportes en general) y culturales (espacios para recitales, teatro, etc.), ¿qué es lo que demora o imposibilita que se lleven a cabo espacios para sus necesidades?



Se siguen pensando y diseñando ciudades que priorizan los automóviles sobre las personas, por lo que han generado que la separación entre vereda y calle haya puesto en retroceso la escala peatonal provocando la pérdida del espacio público. Es por eso que hace bastante tiempo se habla de “ciudades para las personas” y no para los automóviles.


La superficie urbana dedicada al automóvil en nuestras ciudades ha llegado a porcentajes muy elevados, tanto en espacios dedicados a los estacionamientos como el destinado a la circulación de los vehículos. El tráfico motorizado, que es solo 1/3 del tráfico total en las calles, utiliza 2/3 de su superficie. Por ello, termina sucediendo que los parques y plazas de nuestra ciudad son los únicos espacios con los que contamos para desarrollar este tipo de actividades.


Es indispensable apelar a una redistribución del espacio público, quitándole lugar a los automóviles para devolvérselo a los peatones, construyendo y ensanchando veredas, estableciendo áreas para el descanso y la contemplación, es posible diseñar espacios más confortables, menos congestionados y que promuevan formas más sustentables de movilidad, ya sea potenciando el uso de la bicicleta o a pie.


¿Cuáles son las acciones que deberían llevar a cabo los ciudadanos y sobre todo los organismos públicos para un cambio de perspectiva con respecto a los espacios públicos inclusivos?


Considero que primero es el impacto mental para luego poder avanzar en el impacto físico. Necesitamos “Hacer ciudad” más allá de su definición física, es decir, hacia un cambio de actitud, buscando sensibilizar y concientizar a los ciudadanos, incentivando el debate sobre temas referidos a lo urbano.


Si lo que pretendemos es estimular al ciudadano a tomar conciencia de los problemas de adaptabilidad que el entorno puede mostrar para colectivos más vulnerables, es preciso hacerles ver la necesidad de llevar a cabo acciones en el plano personal, en cambios de actitud. Tendríamos que reconsiderar nuestro comportamiento como ciudadanos, nuestra actitud y valoración sobre el espacio público. Por eso, el enfoque de la educación orientada a la escuela no es suficiente. La educación debe dirigirse a toda la sociedad y en este sentido, el espacio público tiene un gran potencial como entidad educadora. Los conocimientos que adquirimos mediante las vivencias y experiencias directas cotidianas, nos forman en nuestro modelo de comportamiento, nuestro sentido crítico, y con ello implícitamente, nuestra ética social.


Muchas veces, el desinterés e indiferencia del ciudadano no le permite actuar frente a la propia necesidad y responsabiliza de todo acontecimiento negativo al Gobierno, con lo cual crea una situación de dependencia y los convierte en sujetos inactivos frente a las propias necesidades. Por ello, motivar a que sean los propios habitantes los que participen en el proceso de diseño de la ciudad, mediante métodos sencillos para transformar los espacios públicos de manera fácil, rápida, y sin necesidad de una gran cantidad de dinero, ayudan a involucrar a las personas, permitiendo experimentar y testear a una micro escala, la ciudad que queremos y necesitamos. Esto es lo que se conoce como acciones de Urbanismo Táctico y que ya han sido implementadas exitosamente en varias ciudades del mundo, como Nueva York, Bogotá y Buenos Aires.


Pero todas estas acciones, se pierden en el olvido y no tienen mucho impacto, si no logran generar influir en políticas públicas promuevan cambios a largo plazo. Sería primordial que los organismos públicos en nuestra ciudad, se adhieran al gran movimiento global en torno a la movilidad sustentable y sobre todo a diseñar modelos urbanos de prioridad peatonal. Darle más espacios a los peatones es una de las principales metas de las renovaciones urbanas que se están haciendo en las varias ciudades del mundo.


El modelo de ciudad que venimos construyendo en las últimas décadas, ha generado el incentivo a la velocidad, llegar más rápido a todos lados es lo más valorado, y por lo tanto el automóvil es el dueño de nuestra ciudad, y en consecuencia, esto conlleva el impacto negativo que recae en los más vulnerables que precisamente son los peatones. Es evidente la falta de infraestructura en la ciudad que está en relación con los peatones: cruces peatonales, veredas en buen estado, vados y rampas en las esquinas, buena iluminación, etc.


Así que si queremos devolver la ciudad a los ciudadanos es imprescindible el tratamiento del espacio público con una estrategia que promueva la cultura del caminar, facilitando los desplazamientos a pie, aumentando la seguridad vial de los peatones, asegurando la accesibilidad en los espacios y transportes públicos. Es decir, todas las acciones necesarias para lograr transformaciones urbanas capaces de generar un entorno que se piense y planee para que los humanos.


El desafío es claro: debemos diseñar, construir e implementar en base a la inclusión. Y claro está que no será un tema de voluntades, sino de profesionalismo, ética, responsabilidad y conciencia social, más allá de lo que las ordenanzas o leyes nos puedan obligar.


Con respecto a "Curitas" en el Foro “Hacia un Bicentenario con Inclusión Social” y las actividades de Construir el Vacío ¿Cómo es la participación de las personas? ¿Y las reacciones en el espacio de los transeúntes?


Curitas Urbanas es una acción en el espacio público que busca llamar la atención sobre el estado de las veredas e incentivar el debate sobre los espacios urbanos de una manera sencilla y creativa, advirtiendo sobre algo que puede pasar desapercibido para algunos, pero que afecta a la ciudad y por ende, a los todos ciudadanos. A través de esta iniciativa queremos aportar la idea que es posible mejorar y “sanar” una ciudad herida.


Es por ello que se consideró una excelente herramienta como estrategia de sensibilización y difusión de derechos en el marco del Foro “Hacia un Bicentenario con Inclusión Social”. De la actividad participaron alumnos de distintas instituciones y organizaciones dedicadas a personas con discapacidad, los usuarios/expertos en este caso, y a los cuales la sociedad toda y los planificadores y diseñadores urbanos en especial, deberían escuchar y tener en cuenta en sus procesos de diseño.


Construir el Vacío es un proyecto que intenta ofrecer una mirada alternativa para la gestión del uso del suelo urbano, mediante el uso temporal como espacio público que se le podrían dar a los terrenos baldíos y vacíos urbanos que tenemos en nuestra ciudad. Sacando el mayor provecho de la ciudad que ya tenemos.


En el marco del Programa de Extensión de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de Tucumán, se llevó adelante, Ver lo Invisible, primera intervención temporal, que mediante la puesta valor de un espacio abandonado, permitió reiniciar el debate sobre el Espacio Público en nuestra ciudad, como así también, crear conciencia sobre el hecho de que un bien vacío, aunque sólo sea por un par de horas o días, podría permitir a un individuo o un grupo de personas aprovecharlo como un lugar de encuentro.


En ambas intervenciones, la participación y reacción de los transeúntes fue similar: se vieron involucrados y participando de una situación inesperada y sorpresiva, que de alguna manera genera ese impacto mental, que les hace reflexionar, aprenden experimentando y eso los motiva a ser partícipes activos en el progreso de nuestra ciudad. La gente pasa, se para a mirar, se sienta a disfrutar y se genera una dinámica social que los invita a la reflexión en el entorno peatonal.


Es interesante el efecto dominó que los proyectos pueden tener: una persona puede cambiar su actitud o la mirada hacia su entorno urbano, a través de la participación directa, y así, de boca en boca, las ideas y conceptos se propagan de manera exponencial.



* El proyecto Curitas Urbanas, es una acción creada por el Colectivo BelaRua en la ciudad de San Pablo, Brasil, y amplificada por la Red OCARA (www.redocara.com), una red latinoamericana que desarrolla experiencias y proyectos relacionados a las temáticas ciudad, arte, arquitectura y espacio público.


*Construir el Vacío, es un proyecto del Colectivo 1319.TreceDiecinueve (www.wix.com/trecediecinueve/1319x), seleccionado en 2.009 para participar de Estudio DIY, Soluciones Creativas para el Desarrollo, organizado por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo. Y que en 2013, se convirtió en un Programa de Extensión de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de Tucumán, Argentina.


  • Ciudades Educadoras http://congresoaice2016.gob.ar/site/

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