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Brizuela: herencia para hijos legítimos e ilegítimos en La Rioja del siglo XVII



Las formas de las familias, los tipos de parentesco y los significados que las culturales le asignan a la maternidad y paternidad son materia de investigación para disciplinas como la antropología, la Historia o la Sociología. Y son, desde ya, objeto de regulación para el Derecho, que enmarca jurídicamente esas relaciones.


El Código Civil y Comercial argentino, modificado recientemente, ha planteado el reconocimiento de diversos tipos de familia y reconocido los derechos de los hijos por fuera de los matrimonios. Sin embargo, la dinámica cultural sigue reservando para los hijos extra matrimoniales el estigma de lo ilegítimo y de lo “sucio”.


Para el Código Civil anterior, creado por Vélez Sarsfield, los hijos nacidos fuera del matrimonio se denominaban de diversas maneras: los Naturales eran los hijos de un hombre y una mujer que pudiendo casarse no lo hubieren hecho; los Adúlteros, hijos de un hombre y una mujer donde alguno de los dos no podía contraer matrimonio por encontrarse ya casado; los hijos Incestuosos, de hombre y de mujer que no podían casarse entre sí por razones de parentesco; y los Sacrílegos, hijos de curas o de quien hubiera hecho votos de castidad.


Roxana Boixados ha investigados sobre los casos de hijos por fuera del matrimonio en la época colonial. En el caso de la Rioja de 1600, la familia Brizuela era numerosa por la cantidad de hijos nacidos fuera del matrimonio y reconocidos por su padre. Así lo relata la autora en su artículo “Descendencia y familia. Bastardos, señores y mestizos en la colonia riojana”.


Pedro Nicolás Brizuela llegó en 1632 a Córdoba desde España, alistado en la campaña del General Gerónimo Luis de Cabrera, que se dirigía a las jurisdicciones de La Rioja y Londres para controlar la rebelión diaguita que se habían desatado. Entre 1632 y 1647 construyó su imagen de honorabilidad, condición que le permitió convertirse rápidamente en una de las personas más relevantes de la ciudad, su ascenso social estuvo favorecido por la guerra y por el carácter fronterizo de la ciudad que lo obligo a avecindarse. Finalizado el levantamiento calchaquí, Brizuela había pasado de soldado común a capitán y luego a lugarteniente y capitán de guerra de La Rioja. También se desempeñó en primer lugar como alcalde de la Hermandad, luego alcalde ordinario y regidor perpetuo en el Cabildo y ocupó el cargo de superintendente de armas en Londres y el Valle de Catamarca entre otros cargos. Falleció en 1674 sin poder ser gobernador, tal y como el gobernador Mercado y Villacorta le había recomendado.


Los hijos legítimos de Brizuela



El ser reconocido por un padre está relacionado, entre otros aspectos, a la capacidad de recibir herencia. En su testamento, el General y su esposa reconocieron a siete hijos nacidos dentro del matrimonio: Blas Crisóstomo, Pedro Nicolás, María y Menciana de Brizuela; Gregorio, Paula y Francisco Gómez de Brizuela, todos declarados herederos universales de sus bienes. La fortuna que llegó a tener Brizuela fue superior a los $50.000, aunque algunos de sus hijos recibieron más que los otros.


Se trata del primer caso conocido para la élite riojana en el que convivieron dos sistemas de herencia: el distributivo y el preferencial o unigenista. Con esta doble estrategia consiguió dos objetivos: por un lado repartir entre todos sus hijos los bienes que durante 30 años había acumulado, de modo tal que cada uno contara con una base económica para continuar sus vidas independientes y de acuerdo con la calidad y prestigio alcanzado; y por otro, perpetuar su apellido y su memoria a través de la fundación de un “Mayorazgo”, cuya constitución impedía la división y enajenación de las tierras en él contenidas.


El Mayorazgo (o vinculo de mayorazgo) era una institución de antiguo derecho castellano que permitía mantener un conjunto de bienes vinculados entre sí, de manera que nunca pudiera romperse ese vínculo. Los bienes pasaban normalmente al mayor de los hijos, de forma que el grueso del patrimonio de una familia no se diseminaba, sino que sólo podía aumentar.


Los hijos que integraban el mayorazgo tenían restricciones, que figuraban en el testamento: “casarse mal” significaba en este contexto que uno de los herederos se vinculara por matrimonio con una mujer mestiza, india o perteneciente a una casta. Esto le impedía al contrayente acceder al mayorazgo, y se consideraba que su mujer de sangre mestiza contaminaría su descendencia. Estos hijos discriminados no podrían gozar del honor de convertirse en “señores de Sañogasta” (mayorazgo creado por Pedro de Brizuela y su esposa).


Los hijos “manchados” y su herencia por fuera del testamento



Los tres primeros hijos bastardos fueron Andrés Gómez de Brizuela, Domingo y Miguel de Brizuela. La condición de bastardos o ilegítimos fue fácil de comprobar, ya que no figuran en el testamento. El primero era hijo natural de doña María Chantán, hija y descendiente de caciques; Andrés era mestizo, a quien se lo llevó al estrado del Cabildo de la Rioja, y fue el alcalde ordinario Francisco Herrera y Guzmán quien lo acusó de ser hijo de una india y por ser mestizo le debía tributos. Pero los testigos dijeron que era hijo de Pedro Nicolás de Brizuela, y que era de público conocimiento, y que había nacido en 1640.


Lo más curioso es que no figura como hijo ilegitimo, ya que su madre ya era viuda cuando lo tuvo. Y fue criado con una ama española, vecina de Brizuela; su padre nunca dejó de estar a su lado, lo inscribió en el colegio jesuita de Córdoba para recibir educación, este hijo bastardo vistió traje de clérigo, aunque el sacerdocio no fue su destino; cuando volvió a la Rioja fue electo Alcalde de la Santa Hermandad por el Cabildo. Y al ser acusado de indio y deber tributo, dijo: “….soy amparado en los fueros que debo gozar y he gozado de español, en cuya posesión me hallo amparado y como tal he procedido y estoy procediendo dando de mi persona muy bastante satisfacción a todo el mundo…”.


En el caso de Andrés Miguel de Brizuela, aunque no se conoce mucho de él, hacia 1670 su padre le solicitó al gobernador Peredo una merced de tierras y una aguada conocida como Amana, que Pedro donó en 1674 a su hijo, dos meses antes de morir; no se sabe quién fue la madre de Andrés Miguel, pero la donación de Pedro de Brizuela habla de una conciencia paterna protectora. El padre destacó la razón para darle las tierras: “...por algunas causas que me mueven y por algunos servicios que me ha hecho y por haberme servido muchos años…a Miguel de Brizuela, mi hijo”.


El último de los hijos ilegítimos fue Domingo de Brizuela, quien recibió de su padre en enero de 1674 las tierras de Aicuña: “….es mi voluntad que este pobre por serlo goce de un pedazo de tierras con que pueda sustentarse y si algún hijo mío intentáselo quitar incurra en mi maldición como quien va contra la voluntad de Dios y la de su padre…”, sentenció el padre.


Más información: Boixados, Roxana. “Descendencia y familia. Bastardos, señores y mestizos en la colonia riojana”. En Familia, Parentesco y Redes Sociales de Cristina López (compiladora) 2003. Facultad de Filosofía y Letras, UNT.

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