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Los nombres de las cosas y la construcción de la memoria colectiva

¿Ese es el nombre de la estación?” pregunta con visible asombro el niño a su madre. Viajan en asientos enfrentados en el tren de la línea Roca, rumbo a Constitución desde Lomas de Zamora, en el conurbano Boanerense. La pregunta alude al nombre más largo de todas las estaciones de la línea: “Darío Santillán y Maximiliano Kosteki”.


El chico tiene unos 8 o 9 años y mira incrédulo el nombre de la estación. La madre rápidamente le responde que hace unos cuantos años hubo una represión policial en ese lugar y mataron a dos jóvenes, Maximiliano y Darío. El niño quiere saber más. La madre amplía, le dice que a Maximiliano un policía le dio un tiro, que quedó tirado en la estación y que vino Darío a tratar de ayudarlo y también lo mataron.


El chico asiente con la cabeza...se queda pensando. El tren avanza y al llegar a la siguiente estación el pibe busca desesperadamente el nombre de la parada….pero el cartel se demora. ¿Y esta? ¿Cómo se llama esta estación? ¿No tiene nombre? La madre sonríe.



La escena ocurre el primer día de 2017. Este año se cumplen 15 años del asesinato de Darío y Maxi, militantes piqueteros que resistían el ajuste en la vida cotidiana desde el Movimiento de Trabajadores Desocupados, y que el 26 de junio de 2002 participaban junto a cientos de compañeros y compañeras de organizaciones sociales, de una protesta. La cobertura de este asesinato por parte de los medios masivos de comunicación fue objeto del documental “La crisis causó 2 nuevas muertes”, título que usó el diario Clarín para explicar con eufemismos la brutal represión policial de ese día.


En 2013, al conmemorarse el aniversario de la rebelión popular del 19 y 20 de diciembre de 2001, y tras la aprobación por parte del Congreso Nacional, la ex estación Avellaneda de la línea Roca de trenes pasó a llamarse con el nombre de los piqueteros fusilados por la policía bonaerense. 35 organizaciones políticas, sociales y sindicales realizaron un acto de inauguración, y reclamaron el esclarecimiento de los crímenes y el juzgamiento de los responsables políticos, además de los policías directamente involucrados. En 2006 la justicia condenó a prisión perpetua al comisario bonaerense Alfredo Fanchiotti y al cabo Alejandro Acosta, acusados de haber participado en el asesinato de los jóvenes manifestantes.


La iniciativa legislativa para renombrar esta estación había sido presentada en 2005 por el diputado Eduardo Macaluse del ARI y vuelto a presentar en 2010 por la diputada Liliana Parada, del bloque Unidad Popular. Finalmente se concretó en 2013, aunque en diversas oportunidades las organizaciones que reivindican la lucha de los piqueteros habían instalado carteles en la estación y alrededores.




La importancia de nombrar


Los nombres utilizados en los espacios públicos fueron y son tema de disputa política en nuestro país. La creatividad y la tenacidad de la participación popular reemplazó de manera artesanal a Julio A Roca por “Pueblos originarios” en los carteles de la Diagonal Sur de la Ciudad de Buenos Aires. Darío y Maxi fueron cartel mucho antes de que fuera norma.


La visibilidad y la capacidad de movilización de las organizaciones sociales fue capaz de ensanchar los límites de la cultura. Por ello son las organizaciones las que enseñan a los medios de comunicación a nombrar de manera respetuosa: los femicidios en vez de los “crímenes pasionales”, las masacres o represiones en vez de los “enfrentamientos con la policía”, el gatillo fácil, los crímenes de odio, son ya las maneras de nombrar aquello que estaba invisibilizado.



En los últimos años, la oposición política al kirchnerismo combatió en los ámbitos legislativos locales, provinciales y nacional el uso de “Néstor Kirchner” como nombre para calles, plazas, centros culturales y otros ámbitos. Si la manera de nombrar es signo de la disputa política, la pelea por los sentidos sociales construidos, esa pelea se lleva a cabo en todo el territorio: en Tucumán apareció una iniciativa del legislador del PRO Colombres Garmendia para eliminar el nombre de Néstor Kirchner de todas las calles, edificios y bienes públicos bautizados en homenaje al ex presidente tras su muerte, en octubre de 2010.


Pero la disputa por las palabras excede el bautismo de trozos de hormigón o calles. El énfasis en los nombres de las cosas es en sí una intervención sobre la política y la vida cotidiana de las sociedades. La política cultural de nombrar es la principal apuesta a reivindicar la historia, construir la memoria colectiva y fomentar el involucramiento político. Nombres de mujeres fueron elegidos para las calles de Puerto madero, en aquel momento el barrio más nuevo de la Ciudad de Buenos Aires. El nombre Isauro Arancibia, el maestro asesinado por la dictadura reemplazó en una escuela del Barrio ATE en Tucumán el nombre del empresario que había estafado a los vecinos.


El proyecto educativo encarnado en Zamba, el personaje emblema de Paka Paka, el primer canal educativo público de la Argentina, es un buen ejemplo. Los niños y niñas argentinos conocieron la posibilidad de entender la historia a través de un lenguaje accesible y un modo de contar donde los héroes de bronce se humanizaron y los procesos históricos se enseñaron a través de canciones, diálogos y situaciones escolares. Zamba nombró en cada capítulo las cosas que por años la televisión hegemónica negó: la dictadura cívico militar, la pelea por la soberanía sobre las Islas Malvinas, el poder de los medios de comunicación, las invasiones inglesas, el rol de las mujeres en las luchas de la independencia, entre tantas otras.


El niño del tren del comienzo de esta nota posiblemente ha escuchado la historia del reemplazo de la figura de Julio Argentino Roca por la de Eva Perón en los billetes de 100 pesos en el año 2011, o el de Sarmiento por las Islas Malvinas en los de 50. Cuando asumió Mauricio Macri la presidencia de la Nación, una de las primera iniciativas fue crear billetes de $200 y $500, y optó por dejar atrás las imágenes de próceres o personajes significativos de la historia argentina y reemplazarlos por especies vegetales y animales. La ballena azul y el yaguareté ya tienen un lugar en el papel moneda argentino. Y con la política de devaluación es probable que Eva Perón caiga en desuso y el yaguareté tome la punta.



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