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La bici voladora de E.T. atravesó el cielo estrellado de Raco



En el marco del ciclo Raco de película que organizan FM Raco 88.9 y la Comuna local se proyectó la clásica de Steven Spielberg E.T. El Extraterrestre en pantalla gigante Airscreen al aire libre. La actividad se realizó el jueves 26 de enero en el predio de la Fiesta del Caballo Cerreño y asistieron 60 niños, adolescentes y adultos. El clàsico de los años 80 fue seleccionado, como las demás películas del ciclo, por Rodrigo Olmedo, el director de cine y organizador del Festival Cortala.


La ya legendaria E.T., es una película norteamericana de 115 minutos de duración que sigue impresionando por la fuerza de su relato, la potencia de la música de John Williams que maneja con maestría el ritmo y la tensión del relato fílmico, el impecable guion de Melissa Mathison (con diálogos imborrables de la memoria que marcaron a generaciones enteras) y la capacidad fotográfica de Allen Daviau, para dejar en la retina imágenes que se volvieron iconos.


La entrañable escena de una bicicleta voladora modelo California surcando la luna a contraluz se vio bajo el cielo raqueño en una noche fresca y estrellada de un verano tucumano. Ver E.T. el aire libre junto a niños y adolescentes que nunca la habían visto fue una experiencia movilizadora. También de una sensación de reencuentro ver ET junto a adultos que la habían visto pero no recordaban detalles.


Algo de esa memoria afectiva que nos trasladó a nuestra infancia se despertó con la segunda sesión de Raco de Película. La escenografía no tiene nada de llamativo, es antigua, los efectos ya no impactan como los de las pelis actuales, todo lo que hace al decorado es kitsch, los peinados de los personajes parecen de telenovelas ochentosas y hasta las ciudades que se ven en E.T. parecen de maqueta, pero el relato es potente, el clima que genera es de adhesión, es de esas películas que atrapan casi todo el tiempo. En Raco se lo vivió entre risas, sorpresas y momentos de tensión. Y eso que es difícil mantener adheridos a una historia durante dos horas a chicos de entre 10 y 15 años, la edad que tenía la mayoría del público presente.


Las grandes películas tienen ese poder de no supeditarse mucho al contexto histórico, son grandes porque sus historias, lo que cuentan y lo que movilizan, son siempre vigentes. Hablan de los grandes temas, esos que no se pierden por más que en la época en que se filmó E.T. el teléfono fijo y con cable era el señor de la casa y hoy,34 años después, ningún ser de esta generación reconoce en ese aparato una tecnología útil para algo.


La historia de ET se nutre de esos elementos, y sin embargo no importan nada. Porque lo que realmente pesa va mucho más allá de ese detalle. Un niño que sufre de soledad o angustia y que necesitar sentir que es alguien y que él importa, eso no tiene épocas ni contexto tecnológico; un niño que anhela ser reconocido, contenido y amado es algo que no depende de atuendos ni de modas, un niño que espera que los adultos crean en lo que cuentan es algo que no se fija en idiomas ni jergas. Son los temas que siguen haciendo a la niñez y que componen los mitos y las fábulas que movilizan sentimientos. ET es una película sentimental y así se lo vivió durante la fresca noche de cine entre los cerros.


Muchos dicen que ET es la película más personal de Steven Spielberg, la que hizo desde las entrañas y el dolor personal. La historia es netamente musical. En muchas entrevistas Spielberg ha desnudado la génesis del relato. Cuando sus padres se divorciaron el director se inventó un amigo imaginario, un extraterrestre con el que jugaba y hablaba, y con quien se sentía menos solo. De ahí nació la necesidad de darle forma de película a ese sueño propio de la amistad entre un niño y un extraterrestre. Todo lo que muestra E.T.



Los momentos, que fueron muchos, en los que se generaba una carcajada incontenible de los niños sentados en las sillas plásticas blancas que cortaban la homogeneidad de la oscura noche del jueves eran demostraciones de esa vigencia de la que hablábamos. Ese vínculo amistoso entre un niño y un extraterrestre, que en ocasiones corría peligro, era defendido con nerviosismo y humor por parte de los niños y adolescentes que llegaron al predio a disfrutar de las imágenes que reflejaba la pantalla.


Y esa cuota de magia que ofrece el Cine, eso de hacer que algo tan inventado, ficticio, lejano e inverosímil se viva más fuerte, presente y latente que muchas verdades reales, no tan apreciables y mucho menos deseables ni queribles. De eso se trata lo que mueve Raco de Película, de esas ganas de hacer que la imaginación de otros para inventar buenas historias se transforme en sueños que inoculen en los espectadores el deseo por contar las historias propias, por imaginarlas primero e inventarles una forma después, que si no es en fílmico, al menos se plasme en una buena charla entre amigos que le ponga condimentos nuevos al paisaje raqueño.

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