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La autonomía como política pública y herramienta para un egreso con derechos


La Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia de Tucumán, que conduce Sandra Tirado, tiene a cargo hogares e institutos que albergan a niños y adolescentes desde el nacimiento hasta los 18 años. Casa Cuna, los Hogares Eva Perón y Santa Rita contienen a los niños, y los Hogares Belgrano y Goretti a los adolescentes.


Como parte de un largo trabajo para fomenta el egreso autónomo de los que cumplen 18 años, el organismo incorporó la construcción de la autonomía progresiva, y un egreso acompañado a través de una casa de medio camino en Manatial Sur, en la capital provincial.


De eso se trata esta conversación con Tirado, que reflexiona sobre los desafíos de una política pública que contradice los prejuicios sociales sobre la adolescencia vulnerable.


¿Cómo se enmarca la línea de la autonomía progresiva en las políticas de la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia?


Nosotros tenemos priorizado el tema del egreso de los adolescentes de las instituciones de la SENAF. Sabemos que son adolescentes que están sin cuidados parentales, algunos que tuvieron una historia institucionalizados desde muy chiquitos, otros que por determinado motivo no están con cuidados parentales y están bajo cuidado nuestro, y muchos de ellos no van a ser adoptados ni volver a su entorno familiar.


Es un desafío porque una vez que cumplen los 18 años queremos seguir acompañándolos, cuidándolos, sabiendo que su egreso va a ser cumplir la mayoría de edad, con una sensación del Estado abandonándolo. Por eso venimos trabajando con los equipos técnicos y organizaciones como Doncel y Unicef en un programa de autonomía progresiva para este egreso y pasaje a la vida adulta.


¿En qué consiste concretamente?


Tiene que ver con espacios de formación, desde lo cotidiano de su propio cuidado hasta capacitación en informática, computación, cómo llegar a una entrevista laboral, cómo preparar un curriculum, y también ayudarlos a conocer algunas ofertas laborales. Uno de los chicos está trabajando en una empresa; nosotros ayudamos a generar lazos con empresas y comercios para que puedan aprender oficios, y les damos herramientas que tienen que ver con el uso del dinero, hacerse cargo de responsabilidades propias, los hábitos...es un proceso que cuando uno no lo ve parece fácil pero en realidad necesita un trabajo y acompañamiento tanto desde la dirección de niñez como desde la de Juventud, el equipo de autonomía progresiva los equipos técnicos de los Hogares Belgrano, Goretti e instituto Roca.


¿Qué impactos institucionales implica incorporar esta mirada?


Es un impacto tiene que ver con el cambio de paradigma del Patronato a la protección de derechos. El hecho de que los chicos son sujetos de derechos y pueden ser autónomos cambia esto que antes la función era estar a cargo de todo de los chicos, ahora hay que pasar a saber que los chicos tienen derecho a salir, usar su tarjeta Ciudadana, ir a tomar algo y volver, ir al cine y volver al Hogar. Se trata de que ellos generen su propia confianza y sepan que hay adultos que los respetan y confían en ellos.


Ellos son capaces de hacerlo y lo hacen; si se equivocan, como cualquier chico, se charla y aborda. Como con cualquier adolescente que a veces quieren pasar algunas reglas, y entonces los tutores y operadores han ido cambiando la mirada.


¿Qué dificultades encuentran? ¿Qué estrategias de formación se dan hacia las personas que la implementan concretamente?


Tenemos algunas personas con una mirada más tutorial y también eso genera dentro de los equipos mucho trabajo. Hay que trabajar con los chicos pero también con las preceptoras, que por ahí ven que las chicas del Goretti van a tomar algo y a veces les cuesta aceptar que está bien, es un derecho de las chicas. Por eso todo esto es un desafío en el que trabajamos.


Con Doncel tuvimos capacitación para los operadores con y sin los chicos. Unicef esta trabajando a través de Doncel en el tema de egreso asistido. Es el segundo año que se capacita. Una linea tuvo que ver con el uso responsable de las redes y terminó con una entrega de notebooks para que los chicos y chicas pudieran seguir con lo que se les enseñó de informática. E hicimos un trabajo con el Ministerio de Educación de la provincia también.


¿Qué dificultades existen para apostar a la autonomía de los chicos ante una opinión pública que no los visibiliza como sujetos de derechos?


Hay mucha tendencia a estigmatizar a los adolescentes de los institutos, eso es algo que tenemos que trabajar entre todos. Por ejemplo cuando comenzamos a construir una casa de medio camino, lo primero que hicimos fue una visita a los vecinos, una recorrida por los comercios, y la primera pregunta era si estos chicos habían robado, concretamente preguntaban ¿son delincuentes? Hablamos con la gente y le explicamos que son chicos que están estudiantes y trabajando; el imaginario los vinculaba con el Roca. Pasan a ser sospechosos en el vecindario. Porque el estigma es sobre la pobreza, no sobre la infracción a la ley, que en este caso no existe. Los chicos estaban sorprendidos con las reacciones de la gente. Ellos se acercaron como para pedir “cuídennos”, se veían vulnerables, y la gente los ponía en un lugar de amenaza.


Después de varias charlas comenzó a cambiar la mirada, y ahora una señora que vive cerca ya empezó a preocuparse porque estén bien. Fue un desafío que se incorporen al barrio. En definitiva son chicos que están viviendo solos, como otros que viven solos porque se vienen de una provincia a estudiar, por ejemplo. Y tienen que aprender a pagar impuestos, a hacer compras...


¿Qué puede abrir la ley de egreso que acaba de sancionarse?


Es interesante la la ley. Se visibiliza a los adolescentes egresados de los institutos, que son cerca de 1500 en el país, que no estaban visibles en su situación de egreso en sí, que necesita una política pública para esa edad.


Hemos empezado a trabajar con autonomía progresiva y la casa de medio camino, que es única en el país, y la ley le suma porque plantea que debe haber referentes a cargo de grupos de adolescentes para el acompañamiento, también suma a que sea visto el derecho que tienen a seguir siendo cuidados desde todo punto de vista. Porque a los 18 años no solo por cumplir esa edad tienen todas las habilidades.


Hay que tener en cuenta que cumplir los 18 les genera muchísima angustia, tienen crisis, como cualquier chico que termina la secundaria, pero con la particularidad de estar sin cuidados parentales. Varios chicos me dijeron sobre la casa de medio camino “con estos tenemos una ilusión”, porque lo ven como un lugar y una referencia.


¿Qué desafíos se generan a la hora de evaluar el “éxito” de una política púbica como esta?


La evaluación pasa por cada uno de los casos que vayan logrando la autonomía. Es una política pública a medir no sólo con impacto final sino el proceso, si nosotros vemos que tenemos chicos que identifican su proyecto de vida y los ayudamos en eso, me parece que es medible como política pública, pero es en el caso a caso. Tenemos por año 4 o 5 chicos del Hogar Belgrano, lo mismo del Instituto Goretti, hacemos un seguimiento con cada uno de ellos. Tenemos que tratar de que cada uno realice su proyecto, que lo tienen, saben qué quieren hacer, y tenemos que acompañarlos en eso, como a todos nos ayudaron adultos.


Tenemos algunos chicos que están acompañados por la Dirección de Juventud que charlan con los que están por egresar y le cuentan su experiencia. A veces los fines de semana visitan el Belgrano, es una referencia para ellos.


¿Conoce otras experiencias de trabajo en autonomía progresiva?


Sí. Hay experiencias en otros países de chicos de 18 a 21 años con programas, porque el Estado tienen que seguir apoyándolos. En España y Uruguay hay figuras de cuidadores. Utruguay tiene casas con chicos desde los 16 con algunos más grandes, para que el de 18 o 19 haga una tutoría con los más chicos, para generar autonomía estando en las casas.


Una de las preguntas que suelen hacernos es cuánto tiempo van a estar en la casa. No hay tiempo fijo. Tiene que ver con objetivos, con su autonomía, con lograr un trabajo y poder estar en otro lado. En Argentina las casas de medio camino están más relacionadas con las instituciones de salud mental, incluso no hay muchas.


¿Qué políticas complementan desde otras áreas este abordaje?


Como Estado, la Secretaría de Niñez está a cargo de la casa, pero también está presente el Instituto de la vivienda, que cuando nos otorgó la casa cuidó que fuera una frente a la escuela y cerca de la parada del colectivo. También está el Ministerio de Salud porque el Centro de Salud más cercano está al tanto, hemos coordinado.

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