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Lanata nos hizo partícipes del pedido de Baja de Edad de Punibilidad


Cuando Loïc Wacquant, describió el modo en que el neoliberalismo desorganizaba furioso la vida de las familias trabajadoras, asalariadas o desempleadas en todo Occidente fue tajante en el uso de la metáfora: “Donde se retira el Estado Providencia, lo reemplaza el Estado Penitencia”. Hoy día la escena es construida por un abanico de propuestas estatales a nivel nacional que basan sus políticas en el ajuste permanente para los sectores más vulnerables y en la transferencia constante de riquezas para los sectores pudientes. O sea, un Estado que castiga, de por sí, quitando derechos a quienes debería proteger y potenciar.


La solución a un laberinto sin horizontes de esa naturaleza es la política de mano dura para los sectores populares, para las familias de los barrios periféricos de las grandes ciudades, para las personas que se encuentran en los bordes de los circuitos considerados productivos por el sistema. A mayor desigualdad social, mayor necesidad de punición.


A este verdadero combo de disciplinamiento social le cabe una distribución de roles entre los diversos actores de poder y una máquina aceitada, que cuando se la dilucida, espanta. El gobierno distribuye migajas de susbsistencia manteniendo el monto de los programas sociales con sumas que siempre corren por detrás de la inflación (o sea, la plata no alcanza para comer); la policía persigue pobres y desarrolla una verdadera razzia en los barrios más golpeados, cazando niños como parte de un accionar ya fetichizado (esta misma semana acribillaron a dos niños/adolescentes en presunta situación de robo en Buenos Aires); y a su vez los medios de gran audiencia desarrollan una batería de mecanismos de estigmatización social que encasilla a los niños pobres en roles previsibles, y prepara a los sectores medios para que brinden un consentimiento pasivo hacia las políticas de Mano Dura y de Baja de Edad de Punibilidad.


Sólo en ese marco puede comprenderse el verdadero rol significante de pseudo entrevistas patéticas como la que Jorge Lanata montó con un niño de 11 años.


El último domingo Jorge Lanata emitió una nota sobre un niño apodado el “polaquito”. En la nota el niño se autoendilgaba la comisión de todo tipo de delitos desde temprana edad. Un típico niño "peligro" de conurbano bonaerense. A la altura de lo que el mainstream mediático viene forjando desde hace años como figura a temer y de la cual cuidarse. Desde el vamos, al menos para los puntillosos que se jactan de analizar medios, se podía percibir que se trataba de un montaje. Un show perverso, pero taquillero. La forma de hablar del niño, previsible, obvia, diciendo todas, sin olvidar ninguna, las palabras que horrorizan a la clase media bien pensante que construyen los medios, el porte canchero del pibe y la tonada supuestamente atónita del notero que se hacía a un mundo desconocido con sorpresa. Yo maté, yo usé una Magnum, era un gil, yo bajé un transa, la yuta me sigue pero no me agarra.


Todo impostado, todo ficción. Pero repito, solo para puntillosos. Para la mayor parte de los espectadores esa construcción pasa por Periodismo, pasa por nota que refleja la realidad, o como parte de lo que nos está pasando y requiere soluciones urgentes. Y como las soluciones en general buscan atajos y no el abordaje integral de problemas sociales, lo que nos deja esa nota no es ni más ni menos que un clamor social. A estos pibes hay que encanarlos desde chiquitos, cuanto antes mejor. Y nos los tienen que sacar de nuestras vidas lo antes posible y la mayor parte del tiempo que la ley permita. O sea limpiarlos de nuestras vistas.


Un día después vino la reacción social, se viralizó la denuncia del Movimiento de Trabajadores Excluidos que conduce Juan Grabois, y lo que sospechábamos algunos, se mostró cabalmente para señalarnos detalles. Grabois denunció a Lanata por semejante y perverso montaje. La producción de Periodismo Para Todos, con la participación necesaria de personal policial y civil al mando del Secretario de Seguridad de Lanús Diego Kravetz, secuestraron al niño (un niño con problemas de salud mental, en tratamiento), lo amedrentaron y coaccionaron a efectos de realizarle una “entrevista” que se difundió en el programa PPT y se reprodujo en una enorme cantidad de medios comunicacionales violando los más elementales derechos del niño consagrados en nuestra constitución, leyes y pactos internacionales (Convención de los Derechos del Niño, Ley de Protección Integral de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes, 26061) implicando ello la comisión de diversos delitos por parte de los adultos involucrados. Contra el argumento de Lanata que en teoría prioriza el derecho de sus anunciantes a conocer la realidad, se puede señalar que la Convención sobre los Derechos del Niño fue incorporada a nuestra constitución en 1994.

Que ella se estructura según el concepto que habla del interés superior del niño. O sea: si chocan dos derechos, se debe priorizar el del niño. En este caso, entre el supuesto derecho a informar y el derecho del chico, debe defenderse al niño. Se rompió con toda la racionalidad que la situación ameritaba, se lo expuso, se abusó de su padecimiento, se le impuso una palabra que no era deseada, se transformó su dolor en delirio de megolomanos, al punto de cometer ilícitos en pos de vender un producto. Lo que hizo Lanata no fue informar sino fortalecer estigmas, nada menos que con un niño que vive condenado por la pobreza, por la desigualdad, por la persecución policial y ahora por el escarnio público. Lo que hizo Lanata fue gritarnos a todos “che si la yuta lo baja, no se olviden, uds lo pidieron”. Y en parte tiene razón, la baja de edad de punibilidad también se pide dándole rating a montajes perversos.

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