Yépez: En la "Secundaria del Futuro" las pasantías gratuitas son el problema menor
Se habla y mucho sobre la necesidad de transformar la escuela secundaria para que sea inclusiva y de calidad. Muchos discursos progresistas y bien intencionados sostienen que la escuela debería contribuir a la construcción de ciudadanía, formar para la educación superior y permanente, y también preparar para el mundo del trabajo cada vez más complejo, incorporando el paradigma tecnológico de la era digital que transitamos, pero con estudiantes críticos, inquietos y creativos que puedan pensar con otras y otros un mundo más humano, más justo e inclusivo.
Se pone énfasis en planificar formatos institucionales más flexibles pero al mismo se buscan docentes con dedicación plena de los profesores en la institución. Las escuelas que algunos imaginan cuentan con tiempo para trabajar proyectos institucionales integrando asignaturas, herramientas tecnológicas, inversión en infraestructura y buenos salarios para los docentes. También mejorar y multiplicar la formación docente para que las clases sean más interesantes acercando los contenidos a las culturas e intereses juveniles, aplicar de modo transversal la educación sexual integral, vincular a la escuela con otras instituciones y organizaciones en los procesos de aprendizaje.
Para mejorar la escuela secundaria sería saludable convocar a todos los actores de la comunidad educativa: docentes y gremios, estudiantes con sus centros, especialistas y espacios académicos, familias, organizaciones de la comunidad dado que ninguna reforma inconsulta puede ser exitosa.
Todo esto puede consignarse en la columna del "deber ser", de los deseos latentes, de lo que sería saludable. Pero la realidad es un poco distinta. En la Ciudad de Buenos Aires se anuncia una reforma del nivel secundario en el marco de los acuerdos en el Consejo Federal de Educación y como continuación de la aplicación de la Nueva Escuela Secundaria (NES): la "Secundaria del Futuro". En 2018 se aplicaría en 17 escuelas para llegar a 132 escuelas con 84 mil estudiantes en 2021. La idea es que Buenos Aires sea pionera de un modelo que se extienda al resto del país. Por eso aunque no sea parte de la agenda de debate actual, el tema de la reforma del secundario en poco tiempo más atravesará los discusiones pedagógicas en la escena tucumana también.
En Buenos Aires se está planteando un ciclo básico de dos años, uno orientado de otros dos, un quinto (y sexto en escuelas técnicas) con mitad del año dedicado al emprendedurismo y otra mitad al "más allá de la escuela", con pasantías en instituciones y empresas para desarrollar "talentos" e intereses.
Todo suena parecido a un remixado del polimodal de los ´90 poniendo eje en el desarrollo de capacidades, habilidades operativas y competencias individuales. Consultamos a Daniel Yepez, Licenciado en Pedagogía; Magíster en Ciencias Sociales; Doctor en Ciencias Sociales, Docente-Investigador de las Universidades Nacionales de Tucumán y Jujuy y al mismo tiempo profesor del Nivel Terciario de Formación Docente de la escuela Normal Superior J. B. Alberdi de San Miguel de Tucumán sobre las implicancias de la Secundaria del Futuro y los debates pedagógicos pendientes en un contexto en el que los esquemas sarmientinos ya tocaron un techo mientras quedan pendientes las preguntas fundamentales sobre un modelo educativo público y democrático.
En CABA se está planteando una reforma de la escuela secundaria, basada en la modificación del plan de estudio y el currículo, de la forma de cursar y aprobar y hasta del rol de los docentes. ¿Tiene alguna opinión sobre el tema del “Secundario del futuro”?
No se trata de ningún “Secundario del futuro” -ni nada que se le parezca-, sino de un viejo anhelo de los sepultureros de los espacios públicos de la sociedad, obsesionados con apoderarse y desguazar la educación pública nacional. El objetivo es transformarla en un enorme negocio rentable para las corporaciones monopólicas, tomando como referencia el indigerible refrito de la “Transformación Educativa” menemista.
“Cambiemos” no cambia nada, sino que busca reimplantar el discurso educativo de los noventas, a fin de someter la educación pública a las peores lógicas del mercado. Si bien las odiosas pasantías gratuitas generaron una legítima y digna rebelión estudiantil, entiendo que es un problema menor frente a la interminable crisis estructural que padece la educación secundaria. Las pasantías, residencias, prácticas profesionales, formación de aprendices o como quieran llamarla, son de antigua data en el sistema educativo y no sería el punto esencial a debatir, sino un buen disparador. El tema es: ¿en qué contexto político, en qué marco educativo y con qué finalidad pedagógica, se reeditan? ¿Para qué y al servicio de qué intereses socio-económicos se pretenden implementar?
¿Qué sujetos de la educación están planteados en el proyecto de reforma educativa del gobierno de Mauricio Macri?
Sin dudar, el futuro inequitativo y anti-educativo que pretende el macrismo para la Argentina, consonante con la terrible desigualdad de México, la precarización laboral de Perú, las miserables jubilaciones de Chile o la marginalidad social de Colombia, es inviable si no se destruyen los fundamentos materiales y simbólicos de las conquistas sociales y los derechos universales provistos por el Estado de Bienestar, el capitalismo de Estado, el desarrollo auto-centrado, la distribución de la riqueza, la solidaridad social, la igualdad de género, el resguardo previsional, el respeto a las diversidades multiculturales y a nuestros mayores en el marco de una Patria Grande emancipada, que aún sobreviven -a pesar de ellos- en el imaginario popular.
Para formar un sujeto egocéntrico, hedonista, consumista, deshumanizado, analfabeto funcional, prisionero de los sentidos comunes más nefastos; de instintos primarios, machistas e irreflexivos donde la violencia (material y simbólica) sustituye a la palabra; entrenado para responder a los condicionamientos de este nuevo conductismo reaccionario y alienado que propone el modelo civilizatorio neo-neo (neoliberal y neo-conservador) en la era del despojo -como bien señala Adolfo Gyllis-; es necesario borrar del inconsciente colectivo la noción de Instrucción Pública, de educación del ciudadano y la cultura escolarizada gratuita, obligatoria e igualadora, como así también todo vestigio de conciencia nacional emancipadora, emergente entre las grietas del discurso pedagógico sarmientino, dominante en el Sistema Educativo desde su creación.
Para manipular un humanoide desconectado de su propia realidad y amamantado desde su más tierna infancia con la pseudo-información viralizada por las corporaciones mediáticas durante las 24 horas; no sólo se requiere de una “pedagogía” orientada hacia la creación de conciencias anti-solidarias, racistas, prejuiciosas y competitivas, penetradas de negaciones ideológicas y marcadas por la “iniciativa propia”, el “esfuerzo personal”, la “meritocracia reaccionaria” y el desprecio por lo colectivo, donde el otro, lejos de ser un próximo prójimo -como decía Benedetti-, sea el rival a eliminar; sino que es fundamental destruir el Sistema Educativo Nacional, centralizado, público y estatal, creado por el roquismo.
En otras palabras, para formatear la conciencia de niños, adolescentes y jóvenes marcados por la soledad existencial, el desamparo afectivo, el primitivismo intelectual, la ausencia de utopías, de pensamiento crítico y de una conciencia autónoma latinoamericana, es necesario suprimir aquellos saberes curriculares enraizados en las mejores tradiciones culturales autóctonas y en la estratégica cuestión nacional latinoamericana. Igual procederán con la enseñanza de las relaciones humanas sobre-determinadas por su contexto, como así también con las interacciones históricas, sociales, culturales, estructurales e intelectuales, basadas en la desigualdad de clase y género, que dolorosamente atraviesan el pasado y presente dependiente, así como el futuro inescrutable de los seres humanos que habitamos este lado del mundo.
¿Hasta qué punto se rompe con el recorrido histórico de las ideas sobre la educación pública?
En Argentina los gobiernos oligárquicos-liberales, antinacionales y pro-imperialistas, de naturaleza cívico-militar, responsables de los “golpes de estados” de 1930, 1955, 1962, 1966 y 1976, son iguales y coinciden políticamente con los gobiernos pseudo-democráticos y vaciados de contenido republicano y legitimidad (no legalidad) popular, al estilo del menemismo y del macrismo. Unos apelaron al terrorismo de estado. Otros, con ropaje civil, conforman bandas de apátridas empeñados en enajenar el patrimonio social, territorial y cultural, así como la riqueza marítima, vegetal y mineral de la nación. Para eliminar toda oposición a este latrocinio, nos someten a una insana campaña de manipulación mediática, estupidización televisiva, persecución judicial, fraude electoral y terrorismo económico, no exenta de represión manifiesta, violencia social traducida en pobreza y desocupación, conculcación de derechos, persecuciones, censura y también desapariciones ilegales y forzadas, como es el caso de Santiago Maldonado. En este marco, la degradada “república macrista”, es sólo un patético eslabón de un largo proceso de restauración oligárquica, iniciado en 1930. Partiendo de esta premisa, uno de sus objetivos es arrasar con lo que aún sobrevive del “modelo fundacional” de la educación pública argentina.
Sabido es que entre 1884 y 1955, el Roquismo, el Yrigoyenismo y el Peronismo, con sus particularidades, diferencias y continuidades, conformaron el sello identitario y el perfil pedagógico y axiológico del Sistema Educativo Nacional, público, centralizado y estatal. Una condición esencial de dicho “modelo fundacional” fue constituirse en un espacio público de la sociedad, gratuito, igualitario, popular e irrestricto, administrado por el Estado.
Relevante expresión periférica del condorcetiano Paradigma de la Instrucción Pública, para ciudadanos libres e iguales, que subordinada al modelo napoleónico de organización republicana de la educación y del conocimiento, se constituyó en derecho inalienable y valioso sentido común. Con errores y aciertos, limitaciones y potencialidades, generó un singular proceso de movilidad social, igualdad de oportunidades y acceso a la profesionalidad calificada, inédito en América Latina. Todo un itinerario cultural, pedagógico y formativo, gratuito y a cargo del Estado. La noción de Instrucción Pública y de Cultura Escolarizada es una tradición virtuosa que los CEOs macristas pretenden suprimir de la conciencia histórica y social del pueblo argentino.
¿Cómo se articula el imaginario con respecto a las posibilidades de inserción en el mercado laboral que brinda la educación, en un proyecto que lo propone explícitamente mediante pasantías en empresas?
Dicho imaginario sugiere una “inserción laboral” vinculada, en primer lugar, al concepto de trabajo inestable, en situación de precariedad contractual, con salario negro, sin antigüedad, aguinaldo y horas extras. Prosigue con la negación de conquistas laborales históricas como las 8 horas, el descanso dominical, las vacaciones anuales y coberturas de salud. Luego, excluye las obras sociales y el goce de beneficios previsionales referidos a un retiro digno.
Propuesta pseudo-educativa que conlleva un propósito inconfesable y un contenido simbólico peligroso y degradante: imponer al adolescente que está por egresar, una concepción de trabajo donde la esencia meritocrática, individualista y competitiva, le mutila las posibilidades de construir procesos vinculares colectivos y solidarios, asociados a rubros de la producción sindicalizados y amparados por la legislación laboral vigente. Ergo, se pretende construir un sujeto disociado, enemigo del otro y lobo del hombre, librado a su propia suerte, con “iniciativa propia” y “mentalidad cuentapropista”. Horrible concepción de la vida productiva, claramente asociada al perfil de sujeto educativo desarrollado en la pregunta 2.
De esta manera, esas pasantías se reducen a una perversa entrega de la “libra de carne” -sin costo y a destajo- a las corporaciones transnacionales, especuladoras y concentradas, generando condiciones de trabajo alienadas y alejadas de un proyecto de desarrollo industrial auto-centrado en un país dependiente. Vínculo “formativo” escindido de una concepción laboral conectada a una auténtica superación personal, progreso individual y sentido de pertenencia al suelo que nos parió, en el marco de un esfuerzo colectivo tendiente a construir una nación libre y soberana. Cuestión esencial para promover, entre el sistema educativo y productivo una potente relación entre “educación y trabajo”, identificada con un modelo de país protector de su riqueza y de la potencialidad de sus rubros productivos fundamentales.
¿Cuáles son hoy las principales virtudes de la escuela secundaria y cuáles las falencias estructurales?
Su obligatoriedad hasta los 18 años en este último tiempo, es una “virtud” destacable. También su replanteo curricular sobre los derechos humanos, diversidad y género, dentro de los contenidos de Ciencias Sociales, como así también las inversiones en financiamiento, recuperación salarial, infraestructura y las políticas de inclusión educativa, a fin de promover la graduación y desalentar la deserción. Por oposición, hablar de sus “falencias” exige indagar cuestiones relacionadas a su trasfondo ideológico, pues no sólo nació sin una legislación específica que lo encuadrara, sino con una impronta pedagógico-cultural que marcó transversalmente su fisonomía. Si queremos sentar las bases de una innovación estructural, debemos debatir a fondo esta cuestión.
Bartolomé Mitre, continuador pedagógico de Sarmiento, concibió la educación secundaria masculina como un arma intelectual de disciplinamiento político e ideológico y proceso civilizatorio al servicio de una concepción de país centrada en la pampa húmeda y subordinada a Gran Bretaña. Modelo de producción latifundista y agro-pastoril, basado en la rentabilidad de la tierra y excelentes relaciones con los mercados europeos, que no requería de profesionales calificados, tampoco de técnicos, ni mano de obra especializada. Sus consecuencias políticas, económicas y sociales afectaron decisivamente las posibilidades de crecimiento de una clase burguesa rural de medianos propietarios y sobre todo de una burguesía industrial, propiciando -a la vez- la emergencia de una mentalidad especulativa en las clases esenciales, desinteresadas en invertir los excedentes de la renta agraria en desarrollo productivo.
En el mismo sentido, para su amigo Sarmiento la escuela sería el dinamizador social por excelencia y primer peldaño de un proceso civilizatorio que actuando como fuerza militar, debía llegar hasta los rincones más lejanos de un país en crisis y rebeldía. Para asegurar dicho proceso, la aristocracia terrateniente pampeana le asignó a la educación media -como continuidad de la escuela- una función política verbalista, universalista y enciclopédica, cuyo objetivo era formar ciudadanos del mundo aptos para la vida social, como eslabón previo a la Universidad. La máxima expresión institucional de esta política fueron los Colegios Nacionales, cuyo mandato fue formar una capa dirigente de jóvenes ilustrados con mentalidad de administradores del país-estancia, defensores del librecambio y de la utilización del Estado para favorecer intereses privados. Este proyecto educativo, síntesis político-cultural de la tradición liberal-oligárquica, fue profundamente anti-industrialista y funcional a los intereses de la patria ganadera, constituyéndose en la matriz pedagógica originaria de la educación argentina.
Acercando una idea sintetizadora, podría decir que la creación de los Colegios Nacionales en una década convulsionada por la guerra del Paraguay y la represión político-militar a las montoneras federales, no fue una casualidad histórica. Todo lo contrario. La guerra contra el “enemigo interior”, no sólo fue material y física, sino también espiritual, ideológica y educativa. Construir la hegemonía nacional que ansiaba el bloque histórico conformado por la burguesía comercial porteña y los estancieros latifundistas bonaerenses, implicaba someter moral y materialmente al vencido. De ahí que el segundo modelo socio-político de la educación argentina, emergente en el siglo XIX, haya sido pensado por Mitre, como expresión super-estructural de ese bloque de poder. Para concretar dicha hegemonía, se debía educar a los varones adolescentes de las clases acomodadas como futuros dirigentes del país liberal-oligárquico y porteño-céntrico, “antes que la masa bruta predomine”; lo que implicaba también formar una generación de pensadores que actuase como reaseguro intelectual del modelo de país impuesto en Pavón. El genocidio paraguayo, la persecución y asesinato de opositores políticos, el exilio de disidentes y el silencio de advenedizos y pusilánimes, encontró un adecuado complemento pedagógico en las severas aulas de los Colegios Nacionales.
La matriz descripta, aún dominante en mentalidad colectiva de una vasta capa de habitantes de este país-estancia, se funda en la injusta, vigente y dolorosa dicotomía “civilización o barbarie” y constituye uno de los sentidos comunes negativos de la cultura popular argentina. Esto es lo que debe debatirse y si es posible erradicarse de nuestro imaginario colectivo, si realmente queremos avanzar hacia una transformación estructural del agonizante y desactualizado nivel medio.
¿Es necesario pensar en una reforma del secundario? Si es así, de qué manera? Qué debería mantenerse y qué cambiar?
Siguiendo el razonamiento precedente, es necesario reconocer que históricamente este nivel estuvo en el “ojo de la tormenta” y centro de las preocupaciones educativas de especialistas, funcionarios y actores del sistema educativo. Desde el intento de reforma impulsado por Osvaldo Magnasco en 1900, Ministro de Instrucción Pública del segundo mandato de Roca, hasta el absurdo intento de crear el indiscernible “Polimodal” menemista en los noventas, un sinnúmero de reformas curriculares se propusieron para el mismo. El tema es que las mayorías de ellas centraron su eje en la “cuestión metodológica” de la enseñanza secundaria, de ahí su infecundidad, redundancia o intrascendencia, en tanto obliteraban la raíz del problema. En este momento de crisis educativa, lo que tenemos que comenzar a debatir en serio es su “cuestión teleológica”. Es decir sus fines y propósitos formativos últimos, en un país periférico y dependiente, gobernado por sátrapas dispuestos a plantarle una bandera de remate.
Un siglo y medio después de su creación, este nivel habita un contexto de profundas trasformaciones culturales, pedagógicas, tecnológicas y de época. El giro postmoderno, modificó la dinámica de la sociedad; se asiste a una reconfiguración cultural penetrada por nuevas tecnologías de la información, en paralelo a la creciente crisis de la cultura de la letra escrita. Mutación que cuestiona el universo simbólico que sirvió de marco pedagógico-curricular para acuñar el proyecto educativo liberal-moderno. Y si bien en los últimos años, se desplegaron diversos programas y políticas orientadas a la búsqueda de un formato escolar superador de su crisis generalizada, hasta el momento no se pudieron tomar medidas de fondo orientadas a resolver sus históricos problemas, generando una creciente incertidumbre entre sus actores y diversos sectores de su población docente.
Pensar hoy la escuela secundaria, implica reconocerla en este contexto histórico, a fin de reflexionar sobre los fundamentos y dinámicas institucionales que conformaron su esencia. Revisar estas matrices exige -al mismo tiempo- nuevos desafíos indagativos en torno a la organización institucional, a las normas, al régimen académico, al uso del tiempo y de los espacios para la enseñanza; convoca a revisar la oferta educativa, las orientaciones y modalidades, las relaciones entre asignaturas, áreas y ciclos; el lugar de los adultos y de los educadores, el de la comunidad y las relaciones de saber y poder vinculadas con los desarrollos productivos y el modelo de país que se necesita debatir y construir, entre otros temas de relevancia. En definitiva, se impone la necesidad de desnaturalizar, interrogar y repensar aquellas pautas institucionales y prácticas pedagógicas prisioneras de sentido común y tradiciones vaciadas de contenido. En este nuevo escenario, es impostergable construir un espacio de trabajo interdisciplinario donde profesores, investigadores, expertos, estudiantes y progenitores puedan poner en dialogo los principales problemas, interrogantes, visiones y perspectivas sobre la "educación secundaria”.
¿Cree que se pone en juego el rol del docente? ¿Cómo?
Más que el rol docente, lo que está en juego es su integridad personal, su condición de trabajador de la educación, su dignidad profesional y las conquistas salariales, laborales y previsionales logradas después del 2001. No es un acto de maldad por parte de “gobernantes insensibles” o errores de gestión el planificado maltrato a los docentes, sino de la presencia de un estratégico programa educativo. El macrismo sabe muy bien que el afianzamiento del neoliberalismo en todos los órdenes de la sociedad exige un drástico deterioro de la enseñanza estatal, encabezado por la precarización laboral, puesto que en ese ámbito predomina -más allá de la volátil conciencia política de muchos docentes- una fuerte oposición a la prédica neo-neo.
Cuenta con el apoyo de los grandes medios, que demonizan a los maestros para enfrentarlos con la población, pues sus cagatintas a sueldo los presentan como sector que abusa de privilegios, elude obligaciones y aprovecha el ausentismo. No ofrecen pruebas de esas calumnias y ocultan deliberadamente las adversas condiciones de trabajo que hoy prevalecen en la mayoría de escuelas, colegios y universidades públicas. El intento político de “Cambiemos” es perpetuarse en el poder para crear un consenso privatista que naturalice la fragmentación y exclusión escolar.
Necesita de un tiempo prudencial para instaurar creencias elitistas, que colisionan con la extraordinaria historia de la educación pública argentina. Para promover la sostenida expansión de una enseñanza privada reaccionaria y encubridora de los enormes negociados que existen en la trastienda de esta pseudo-reforma educativa, el bloque conservador necesita socavar la subsistencia de la calidad educativa en colegios y universidades públicas, que sobreviven dignamente a pesar de sus menguados presupuestos.
No sólo de nosotros los docentes, depende impedir que arrasen el Sistema Educativo. Es urgente convocar al pueblo argentino en su conjunto, a una lucha sin tregua ni cuartel, en defensa de la educación pública, gratuita e igualitaria, abierta al pueblo y al servicio de los intereses nacionales. Es un imperativo pedagógico participar activamente de las luchas, huelgas y movilizaciones que convoca la docencia argentina pública y privada y sus organizaciones sindicales en lo inmediato, para enfrentar sin descanso a los sepultureros de los espacios públicos de la sociedad.