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Creatividad adolescente para reflexionar sobre adicciones a través del arte


Cuando llegamos nos encontramos con mucha gente esperando en la vereda, Se estaba poniendo a punto la sala donde minutos después íbamos a disfrutar de la muestra del Taller Hacer Huellas, el espacio de arte a donde se suman niños y adolescentes para expresar, crear, encontrarse, correrse de la rutina y también hacer amigos.


Cuando entramos al ambiente media luz nos pidieron que apaguemos los celulares y nos dispongamos a disfrutar de una Experiencia artístico sensorial, así fue, nos acomodamos en círculo alrededor de 15 personas en una salita chica pero acogedora, cálida, y la música étnica empezó a sonar, sin celulares ni atención en ellos, nos colocamos antifaces, nos tomamos de los brazos y fuimos siguiendo las palabras de la coordinadora que nos hablaba de los sentidos, el cuerpo, la conexión, el relajamiento y luego de a uno le pedía a los participantes del taller que lean un texto para acompañar el momento, cuentos, reflexiones, meditaciones orales para adentrarnos de lleno en el clima que se propusieron crear para despojarnos de plano de toda la carga rutinaria con la que habíamos llegado y entender que el Taller mientras dura es un mundo en sí mismo.


Julieta Marquez, es tallerista del Dispositivo Integral de Abordajes Territoriales de Nación, de SEDRONAR y contó que “Hacer Huellas es una forma de intervenir con el lenguaje artístico trabajando sobre la identidad cultural a la par de los jóvenes. La idea de pensar en la cultural tenía que ver con trabajar con los jóvenes el uso problemáticas de sustancias, dado que es algo que forma parte del contexto en el que se mueven todos los días. Trabajamos preventivamente en cómo intervenir, más allá de la asistencia, generamos redes con otras instituciones que puedan abordar diferentes propuestas en conjunto”


La tallerista comenzó contando que durante el año “hemos trabajado con técnica de collage con residuos y espacios del mismo barrio, los chicos conocieron y trabajaron con Antonio Berni como inspirador, con su personaje Juanito Laguna como referencia. A partir de esas enseñanzas los jóvenes crearon la historia del Chama, pero la adaptaron a sus principales motivaciones. El Chama es un joven con problemática de consumo. Así como Juanito representaba a los chicos pobres y el Chama representa a los chicos que sufren adicciones, que fuman Paco en los barrios, es algo que amerita hablar de eso, por eso intentamos mirarlo de afuera, distanciarnos para poder reflexionar sobre ese fenómeno”.


Un taller comprometido con la transformación social


Durante el encuentro Julieta leyó Los Nadies de Eduardo Galeano e interpeló al público a partir de la idea de que “Todos merecemos una Oportunidad”, como parte del espíritu que persigue el taller. “En este espacio queremos que los niños y los adolescentes que se suman puedan observarse a si mismos, el arte es un espejo. Es muy interesante esa idea de sacar de manera creativa y por la tangente las ideas. No es una cosa directa, no llegamos a los temas como con un manual, no nos proponemos sentarnos y bajar línea, no queremos llegar y hacer un análisis de cómo es la casa, la familia, lo que está bien y lo que está mal. Lo que intentamos es estimular a que ellos puedan mirar cuál es su propia realidad y cómo pueden intervenirla” contó Julieta.


Luego agregó que “también trabajamos para comprender las construcciones que se hacen y que nosotros repetimos muchas veces. Te cuento una anécdota, una vez trabajamos con una productora que iba a ser una serie audiovisual de la familia Tipo de Tucumán y le pedimos a los chicos que armen unos cuadros con esa idea: La Familia Tipo.

Todas las familias que expresaron eran con chicas rubias de ojos celestes, todos en casa quinta, con pileta y nos preguntábamos ¿Hasta qué punto eso no era una construcción que viene de afuera y que ellos tienen totalmente asumida sin siquiera reflexionarla?, la respuestas es que la mejor forma de construirnos nosotros es encontrarnos a nosotros mismos con nuestra realidad y alejarnos de los parámetros que nos imponen de afuera los medios, los discursos dominantes. Nosotros podemos construirnos a nosotros mismos a partir de dialogar de conversar con nuestros padres y con nuestros pares. Hay que deconstruir, volver a pensar lo que ya nos viene dado. Hay mucha violencia que no podemos explicar y creo que nos debemos mucha reflexión entre todos” señaló con mucha contundencia.


Emilia Fernández Lafuente es la otra docente del taller Hacer Huellas, destacó un aspecto que le dio sabor a gesta dado que “empezamos trabajando con 0 recursos, todo tiene que ser con lo que tenemos y lo que traemos de nuestra casa. Los materiales con los que ya contamos, de ahí que hayamos decidido trabajar con técnica de collage, con revistas, diarios, papeles, afiches objetos que la gente descarta y que hay que rescatar de los tachos. Teníamos clasificados distintos lenguajes para continuar, queríamos seguir con fotografía, audiovisual pero los tiempos se van estirando y a veces lo más práctico es trabajar con uno solo pero llegar a un resultado satisfactorio. El taller lo hacemos dos veces por semana priorizamos el collage y decidimos alejarnos de los otros lenguajes y poner todo nuestro esfuerzo y nuestras metas en trabajar esta técnica”.


Julieta, tomó nuevamente la palabra y puso el énfasis en los contenidos “siempre elegimos autores que trabajen un lenguaje directo, entendible. Me gustan los relatos fuertes, debe ser que yo vengo del teatro y desde ese lugar elijo relatos claros, directos, que van de frente, sin caretearla. Por ejemplo Eduardo Galeano me resulta muy interesante porque es un autor que deja pensando a los participantes de los talleres en muchas cosas, en el sistema en que vivimos y su lógica”.


Además el taller privilegia los sentidos, Julieta Marquez contó que “durante muchos encuentros utilizamos la técnica de meditación, nos gusta promover la comunicación con la naturaleza y con los otros sentidos para ponernos en clima porque el adolescente viene muy cargado, con mucha energía con muchos estímulos, y cuando llegan tratamos de calmarnos y de equilibrar las energías. Nos sirve también para enfocarnos en la tarea y ganar la atención de los chicos”.


El mate, compañero de rondas


El mate también fue una técnica utilizada, contó Julieta entre risas, sobre todo cuando le consultamos si el elogio al mate se debe a algún tipo de respuesta a la cheta de Nordelta. “Cuando trajimos la idea de abrir Hacer Huella con una ronda de mates, nos miraron raro. Ellos no toman mate en la casa y les parece cosa de viejos o de antes, pero no algo que les llame la atención. En el espacio aprendieron a quererlo y hoy lo toman caliente o en tereré”


La profe Julieta agregó que “a mí me parecieron muy buenas las salidas que hicimos con los chicos. Salir del barrio, conocer la ciudad. Hemos ido al Árbol de Galeano, hemos ido a ver la muestra de Alejandra Nicolau, el artista plástico tucumano que nos permitió contactarnos con su arte, con sus procesos creativos, aprender con qué técnicas trabajaba. Eso fue incréible para ellos. Y nos ayudó a salir, hablar, encontrarnos con otro, abrir nuestros mundos, nuestras imaginaciones, para mí eso es como lo más rico, poder salir de donde estamos todos los días enclaustrados, encerrados en nuestra rutina. Eso es lo que abre los mundos y genera nuevas posibilidades para crear y experimentar. Los chicos lo vivieron así y algunos de ellos el año que viene se va a sumar a los talleres de Lectura de La Crisálida porque ahí encontró algo que le llamó poderosamente la atención y lo conmovió”.


No siempre el mensaje racional es el que convence y seduce al otro, en este espacio las coordinadoras abren puertas para que los chicos vean el mundo desde un lugar novedoso. Innovador, claro, transparente, con nuevos ojos. Habilitar mundos antes que imponerlos.


Milagros, una adolescente de 15 años contó que “pertenezco al taller Hacer Huellas desde que Julieta y Emilia nos invitaron a sumarnos a las actividades artísticas, es muy lindo estar acá. A mí antes me costaba mucho integrarme, expresar ahora ya estoy más abierta, hablo de mis cosas, puedo contar y escuchar a otros. Tengo más amigas y puedo comunicarme mejor que antes. Aprendí a disfrutar juntarnos a tomar mate, a conversar, a compartir lo que nos había pasado en el día”.


Durante el cierre del taller presentaron una obra tipo totem de cuatro caras armada totalmente con técnica de collage, en la columna que se dispuso imponente en una esquina de la sala además de luces que le daban centralidad y atraían por contraste se ordenó una señalética que le daba un aire de museo. Uno tenía que recorrerla y observarla con detenimiento para que se forme u relato que solo después de pasar por los cuatros laterales toma forma y cuerpo. Ahí aparecía condensado todo lo visto y charlado durante el año, ahí estaba Chama atrapado por las drogas, Chama castigado y también el Chama liberado por el deporte y por la contención que un adulto a tiempo le había dado a tiempo. El totem sintetizaba un poco la idea de que “Todos merecemos una oportunidad”, todos merecemos ser escuchados y tenidos en cuenta. Nadie se salva solo, y mucho menos cuando lo que te tiene atrapado es la oscuridad y al desesperanza. No hay Nadies si hay alguien que presta atención y levanta la vista para que también se alcen ilusiones.


Milagros resumió “hicimos una obra, un collage que nos ha costado mucho. Pusimos mucho trabajo, se puede ver ahí, mucho tiempo de trabajo en equipo ya hemos hablado de muchos temas para poder llegar a eso. Siento que me acompañaron, tuve días que no pude estar y la profesora me retaba por no estar, yo faltaba mucho y ellas se preocupaban por mí. Después retomé y empecé a comprometerme con el proyecto y la verdad que me siento orgullosa de lo que pudimos hacer. Yo siempre me imaginaba algo grande pero no me lo imaginaba tan, tan lindo tan bien hecho”.



En pocas líneas Milagros resumió el trabajo de un año “Primero empezamos haciendo un collage de nuestra familia, arrancamos con algo que nos representaba a nosotros. Queríamos hablar de lo que viven los jóvenes y el problema de las adicciones que muchos sufren. Tuvimos que trabajar un montón, empezamos por imaginar su historia, la de Chama. El Chama no tenía mamá, porque la mamá murió en el parto y su papá era alcohólico, o sea que no estaba como papá para él. Desde muy chico él nunca tuvo apoyo, nunca tuvo contención, ni amor, vivía en la calle y estaba llevando una vida mala, hay una escena que se ve en el collage donde el Chama está tirado en la casa, en la segunda escena su padre lo golpea mucho porque se entera que él era adicto y luego uno de sus amigos lo invita a un entrenamiento de fútbol y el Chama conoce otra historia, este señor lo aconsejaba y hablaba bien de las cosas que podía hacer, de los talentos que tenía. Lo hacía sentir capaz, y este hombre lo lleva a probarse a Atlético Tucumán y el Chama queda. Juega en Atlético y triunfa. Se llevaban bien, él lo quería a este señor porque era la primera persona que lo trataba con cariño”.


Y cerró destacando que el Chama hizo un esfuerzo personal para salir de esa historia de que lo tenía mal.


Milagros también contó que habla de estos temas con su papá “a mí me hace muy bien este taller puedo comunicarme mejor y reflexionar sobre estos temas”.


Por su parte Tamara habló de cómo trabajaron para armar la muestra “nos dividimos roles, yo tenía que recibir a la gente y atenderlos mientras esperaba a que entren a la sala. Otros chicos tienen que ayudar con el sonido, sincronizar para que el sonido llegue y el micrófono cumpla su función. Hay pocos equipos y recursos pero mucho trabajo en equipo. También los chicos se encargan de las conexiones eléctricas, hoy la columna del collage tenía luces y las conexiones las hicieron los chicos”.


Otro participante que daba vueltas, miraba y no se animaba a acercarse al micrófono, de repente se acercó, se ve que tenía cosas que quería o necesitaba decir. “Yo también soy parte del taller, me encargué de la primera parte de la obra, la en la que él, Chama, está mal se está drogando y está tirado en la Vereda. Bueno a mí me pasó de pensar en los chicos de mi barrio que está, como Chama, tirados fumando Paco y cerca de ellos hay montañas de basura en las partes más feas de la cuadra. Me da mucha tristeza por ellos, porque ellos entran en adicciones y los padres los golpean, los maltratan, ellos siguen y no puede salir de ese círculo. En esta historia que hicimos mostramos a un chico que es Chama que que entró a consumir y sufría las adicciones, pero pudo salir. Yo aprendí muchas cosas en este taller, cosas que me emocionan mucho, me siento feliz de haber hecho esta obra y aunque toca un tema triste es emocionante que podamos hablarlo. Además hay muchos chicos trabajando en esto, somos compañeros del taller, pero también somos amigos. Y nos hicimos amigos de las profesoras, también yo creo que tenemos un proyecto común y me encantaría poder seguir con este taller”.


Itinerar con orgullo por la obra colectiva


Julieta se refirió a la muestra y a la necesidad de abrir esa producción a que más gente conozca lo que se hizo durante el año “estamos llevando esta muestra a muchos Centros Culturales, esto tiene que ver con poder multiplicar las miradas. Para eso son las muestras muestras itinerantes, para salir de los procesos que se viven solo entre los que protagonizamos un espacio. Somos del CIC de Creando Esperanza que está en La Bombilla y la idea era cerrar el taller acá adentro, pero después de hacer la experiencia con Ale Nicolao y en la charla que tuvimos con Fernando Ríos nos convencimos de que a esto le tenemos que dar un valor, porque esto es una obra de arte, es el resultado de un proceso que implica mucho trabajo. La conclusión es que esto vale y nos propusimos mostrarlo en espacios culturales independientes, también en teatros. E hicimos contacto con los chicos de acá del Centro Cultural El Pasaje y acá estamos. También surgió la idea de poder presentarlo en otro tipo de sedes. Por ejemplo pienso que una posibilidad puede ser en el PJ porque ahí están trabajando con chicos con problemas legales y bueno son temas compatibles, es un espacio que se trabaja tipo taller y me pareció muy imp


ortante este tipo de reflexiones, a este tipo de obras hay que llevarla lugares donde se pueda transmitir un mensaje positivo a mucha gente para que conozcan que estos chicos están trabajando estos temas, que surgieron de situaciones complicadas, pero que pudieron trabajarlos reflexionarlo, y sí pudieron superar la situación que vivían a partir de nuevas miradas de poder tener nuevas ideas sobre eso que vivían”.


Emilia compartió que ella sueña con que los chicos puedan sentirse artistas, puedan hacer arte y creer que pueden ser artistas.




Juan Grande y la Intervención artística en el mismo barrio


Al frente de El Pasaje está Juan Grande, gestor cultural y abogado, quien compartió una sensación para abrir el diálogo “nos sentimos muy contentos de haber abierto el espacio para la propuesta de los chicos de Hacer Huella, su muestra anual. En nuestro Centro Cultural trabajamos mucho con artes audiovisuales y arte contemporáneo, hace un tiempo que venimos teniendo más contacto con el barrio, con la gente antes no lo hacíamos, empezamos a trabajar hace 3 años y ahora afianzamos este vínculo”.


Agregó que es muy bueno “relacionarnos con las problemáticas propias del barrio y tomar distintas estrategias con el entorno para poder tener relaciones con los vecinos, queremos que todas las propuestas artísticas que hacemos desde el espacio estén en diálogo con el contexto. Otra arista del proyectos tiene que ver con abrir nuestras puertas para recibir artistas que vienen de afuera y se quedan acá en el espacio”.


“Siempre intentamos indagar sobre las potencialidades del arte y sobre la posibilidad de generar dispositivos en relación a los objetivos del espacio para fortalecer la propuesta y que los vecinos se vean reflejados en lo que acá se hace”, expresó Grande.


Para los artistas a veces es difícil abordar problemáticas como las adicciones, o lo que hace a las realidades duras que se viven en los barrios periféricos, donde las necesidades son muy básicas muchas veces. Desde el arte no se la suele tomar mucho los temas concretos que hacen a lo que la gente padece todos los días, por lo menos en Tucumán no se ve que el arte este volcado masivamente a eso. Menos aún lo que tiene que ver con el Arte Político, falta mucho desarrollo en ese aspecto y es un desafío muy grande que nos interpela, mientras vemos cómo se aborda, abrimos el espacio y aprendemos también sobre estas problemáticas”, profundizó.



El Pasaje toma forma, se transforma y se recrea


Para darle forma concreta los referentes del Pasaje trabajaron en el merendero del barrio El Sifón con artistas de Chaco que han venido a Tucumán a fortalecer el vínculo. Especialistas en el abordaje del uso problemático de sustancias fueron un poco asesores en una investigación hecha en terreno en conjunto. “Cuando llegamos al Sifón fuimos con toda una propuesta de intervención artística ya cerrada. Y que tuvimos


que cambiar sobre la marcha porque la realidad era diferente a los que nos imaginábamos, nos exigía otra predisposición, habíamos ido con la propuesta de Artes y Oficios y la verdad que la comunidad necesitaba en ese momento otra forma de acercamiento y bueno lo que justamente queremos es no llevar una propuesta cerrada sino aprender de la gente”, contó Grande reflexionando en conjunto con el notero, sobre esto de los territorios y los mapas mentales.


Juan Grande cerró la nota con mucha calma y respeto y siempre poniendo el centro al servicio de nuevas propuestas, inclusive del mismo notero, si llegara a surgir alguna idea “nos costó mucho el vínculo con la comunidad. El Pasaje siempre fue una sala de exposiciones, una sala abierta para artistas, para que muestran sus obras. Pero cuando llegamos al barrio la gente nos miraba raro porque les hablábamos de Muestras de Arte y ellos lo primero que pensaban es que tenían que tener buena ropa para venir y entrar. Pensaban que tenían que predisponerse a llegar a un lugar distinto a lo que están acostumbrados, un lugar formal, así suena la palabra ARTE, algo grandilocuente. Y empezamos a salir a la calle, a hacer intervenciones públicas. Una de las primeras obras que hicimos fue poner en la esquina El cartel que dice el nombre del pasaje 1 de Noviembre. El pasaje primero de noviembre no estaba ni siquiera en el Google Maps, nos movimos, hicimos las gestiones para que cambien y para colocar un cartel. Y así vamos, con ese tipo de acciones para ir generando contacto y charlas con los vecinos y a raíz de las propuestas y las charlas vamos mejorando el vínculo con la gente, ganando confianza. Hoy el espacio está abierto a los vecinos, ellos tienen las llaves de la casa y pueden entrar aunque nosotros no estemos. Ellos arman actividades, los vecinos gestionan sus propios talleres y eso es un logro muy grande, es algo que nos enorgullece mucho. Ellos se auto gestionan sus propias actividades.


Y para darle forma de sueño que se hace a mano Grande nos habló de horizontes posibles “en unos años me imagino este espacio totalmente tomado por los vecinos. Cuando uno comienza siempre piensa en una propuesta colonizadora, como nosotros somos los artistas, somos los que venimos a mostrarles a ellos lo que nosotros hacemos, lo que sabemos, lo bueno que somos, la invitación es Vengan a vernos a nosotros. Bueno hoy eso está cambiando, ahora estamos abiertos a que las propuestas sean dinamizadas y movilizadas por los propios vecinos, alejarnos de una postura colonizadora y acercarnos hacia una idea de Democracia Cultural, bueno eso implica un cambio de actitud también. Llegar a eso implica estudiar un montón, aprender y tomarlo con la seriedad que merece, estamos contentos con esto de que haya talleres que ya están siendo gestionados y dictados por los vecinos del Pasaje”, se ilusionó Grande.


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