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Un Plato Caliente ayuda a que las personas en situación de calle crean en ellas mismas


Nadia Amaya y Alberto Maidana visitaron LDZ para compartir la experiencia solidaria que viene desarrollando la organización Un Plato Caliente (UPC) y la experiencia del Bar UP. El grupo de voluntarios de UPC recorre la ciudad buscando personas en situación de calle para contactarlas con instituciones y asistirlas. En una de esas recorridas Nadia conoció a Alberto y tras comenzar un proceso que incluyó asistencia médica, psicológica y charlas con profesionales, él consiguió salir de la calle y comenzar un emprendimiento. Hoy, Alberto es uno de los socios de BAR UP, un bar inclusivo que prioriza el empleo de personas en situaciones vulnerables o con discapacidad. Alberto es uno de los cocineros y hoy solo piensa en seguir creciendo, hacer más actividades y dar una mano a quien como él, necesite de otres.


¿De qué se trata Un Plato Caliente?


Nadia: Un Plato Caliente es un grupo de voluntarios sin ningún apoyo partidario, ni apoyo tampoco religioso, todo se hace a pulmón con trabajo de los propios voluntarios. Comenzamos hace un poquito más de dos años. Empezamos con las rondas en las que visitamos a las personas en situación de calle, los días jueves. Empezamos de a poquito, fuimos conociendo distintas historias, distintas realidades de la gente con la que nos cruzábamos todas las noches.


Y en una de esas rondas conocimos aquí a Alberto, y bueno él nos pidió ayuda. Nos pidió que veamos de qué manera podríamos ayudarlo, acompañarlo porque él quería cambiar esa vida que llevaba. Él vivía en la calle, ahí en la Jujuy y Roca, comía de la basura, no tenía un trabajo, ni perspectiva de un futuro. Y bueno uno de los voluntarios lo conoció, se comprometió, y de ahí empezó un largo proceso. Y hasta hoy en día seguimos acompañándolo. Y es una de las tantas historias con final feliz.


¿Cómo fue ese encuentro inicial y cómo eso se terminó transformando en un proyecto común?


Alberto: Bueno esto comenzó así, gracias a Gustavo Gándara que se presentó primeramente, una noche diciendo si me gustaría cambiar de vida. Y le dije que sí, que realmente quería cambiar, porque ya estaba cansado de la vida que llevaba. Tengo 40 años y 30 años viví en la droga. Literalmente era una persona que desayunaba con droga, y si no tenía droga, tenía que estimular mi cuerpo, sea con alcohol fino, con agua, con jugo para poder empezar el día.


Y le dije a él que quería cambiar realmente. Se fue y al otro día apareció con Nadia y empezamos a buscar lugares. Había unas cuántas opciones, el Obarrio, Las Moritas, lugares que te dan una ayuda en teoría. Pero es como que te sacan la droga, la pasta base u otros consumos, pero te mantienen bajo pastillas, bajo efectos que son secundarios, que dicen que son para calmar la abstinencia, pero para mí es una mentira totalmente. Es como que al paciente lo tenés drogado de una forma u otra. Y le dije a ellos que no quería que me lleven a ningún lugar de esos.


¿Vos ya habías pasado por instituciones de esas?


A: No, pero conocía, porque uno en la calle escucha otros pibes que fueron. “Que no, que en el Obarrio me tenían empastillado y salís con el efecto de las pastillas”, “que en Las Moritas te sedaban si te hacías el loco”. Mañas de uno. Y bueno así empezamos a buscar, encontramos un lugar, el Hogar Las Manos de Dios, cristiano. Ahí fueron mis primeros pasos del cambio de vida. No fue nada fácil, te digo. Porque, imagínate, una persona con treinta años de adicción, que toda su vida se manejó solo, que perdió toda su infancia por la droga, por la vida que llevaba. No era una vida que yo busqué o que yo me dí a elegir, es la vida que me tocó vivir. Mi padre era alcohólico, le pegaba a mi mamá, se separaron, mi mamá cayó presa y quedé totalmente en la calle. No fue algo que yo busqué o elegí, me fue llevando toda esa situación.

Tampoco soy de acá, hace 15 años que vivo en Tucumán. Y vine acá para cambiar de vida. Era una persona que andaba en la delincuencia y en ese entonces, le dije a la jueza que quería cambiar de vida, que conocía gente acá en Tucumán.


¿Qué hacías en tus primeros tiempos en Tucumán?


Vine, empecé a trabajar y todo, a mí me encanta lo que es sanguchería, cafetería, todo lo que es la gastronomía. Y no había tenido otra experiencia previa, la verdad la primera vez que empecé a trabajar en mi vida fue acá, hace 15 años, porque jamás había trabajado, siempre había delinquido. Gracias a dios en el momento que decidí cambiar de vida, encontré gente que me quiso dar una mano, encontré una fraccionadora de azúcar, que hasta que no aprendí a manejar todo, no me pagaron, pero me habían dado la chance de aprender ahí adentro. O sea que dentro de todo se me dieron las cosas.


Pero nunca pude dejar las adicciones. En todo ese tiempo trabajaba y todo, pero nunca pude dejarlas. Conocí una chica, tuvimos doce años de matrimonio y cinco hijitas, de las cuales una falleció. Si bien siempre trabajaba, tenía un matrimonio como cualquiera, normal, pero yo tenía ese problema de las adicciones. No era una persona que como quién dice me iba a una esquina a fumar, no, cuando yo estaba en pareja, compraba y me iba a mi casa. Bueno así, hasta que falleció mi bebé. Y ahí fue peor la adicción, porque tras de eso vinieron muchas cosas, “por culpa tuya” era la pelea constante.


Llegó un punto que se cansó la chica que estaba conmigo. Y como hacía catorce años que no tenía contacto con mi familia, ni con nadie. Vivía una relación medio aislada, venía de la casa al trabajo. No era una persona sociable, por la clase de vida que llevaba. Y quedé totalmente tirado en la calle, esto me llevó a un pico de depresión tremendo, que tomé hasta la decisión de intentar suicidarme en frente de la casa de donde vivían mis hijas. Mirá que loco que estaba, cuando uno llega a un momento así, de sentir que perdiste todo, que no tenés contacto con nada, que la vida ya no tiene más esperanza de nada. Ya no había futuro, ni esperanza para mí. Después de eso, me revivieron en el Padilla.


De ahí, me levanté y seguí. Salí a buscar plata y a consumir, yo siempre revolvía los contenedores y encontraba cosas para vender, comía de la basura. Y sinceramente dos noches antes de este encuentro, también ya había pensado en acabar con todo. Y entonces, aparecieron Gustavo y Nadia, y dije bueno, vamos a apostar. Nunca tuviste a nadie y de repente, que aparezca una persona, como nosotros decíamos en la calle, en la jerga nuestra, que venga un cheto, una cheta y se quede ahí. Porque así siempre se catalogan, yo hoy en la clase que estoy, me siento un cheto -aclara riéndose-.


Yo era una persona que estaba muy mal, psicológicamente, anímicamente. Si vos vieras la foto del antes y del después. Y todo el proceso que tuvo que pasar ella -refiriéndose a Nadia-, no es fácil. Porque aparte tenía un problema de salud, me hizo operar, me hizo los documentos.



¿Y cómo se fue dando ese vínculo que fue derivando en una especie de visión de empoderamiento, para terminar armando con esto un proyecto?


N: Sí, fue un largo camino, como te contaba al principio. Primero empezamos en el Hogar Las Manos de Dios, después hubo unos problemas ahí, tuvimos que ir a otro hogar, después quedó sin hogar de nuevo, también se tuvo que hacer una cirugía. Entonces ahí intervino otro voluntario, que se llama Carlos, que tenía contacto en los Hospitales, hizo todo para que lo operen en breve. Después ya empezó a alquilar de a poco, hicimos una rifa ahí en el grupo para ayudarlo a pagar el primer mes, mientras conseguía el trabajo y tuvo un trabajo. Después se fue a Buenos Aires, se reencontró con la familia, que no veía hace más de catorce años. Y en todo eso, distintos voluntarios del grupo iban interviniendo a cada paso. Porque no era nada fácil este chico –cuenta riéndose-. Y en Buenos Aires ya no sabía si iba a volver para aquí, porque imagínate, vió a su mamá, a su papá, a sus hermanos que no veía hace mucho, a una ex novia. Pero después decidió volver, y ahí fue de nuevo también volver a buscar otro trabajo.


Y en una de las rondas, conversaron con Omar, que es el chico de Aetis, que también era voluntario. Y ahí charlando nació este proyecto, ya desde el año pasado, y desde hace poquito se pudo dar, con la inauguración del Bar hace menos de un mes, y por suerte les está yendo muy bien.


Y así surgió la idea de ser socios en un emprendimiento...


A: Sí, a mí cuando hacía buena letra en el hogar, me daban permiso y podía participar de las rondas. Y en la segunda o tercer ronda que fue Omar, lo conocí y le conté mi testimonio. Me preguntó si se me hacía fácil conseguir trabajo. Le dije que no, que uno puede tener toda la práctica, toda la sabiduría, pero si hoy no tenés un título, algo que te avale, no sos nadie. Imaginate, una persona de 35 – 40 años, sin estudios, para ir a buscar un trabajo siempre es difícil, por más que se tenga experiencia.


Nadia: Pero además, de eso, no tenés una dirección que poner en el currículum, no tenés un mail, no tenés un celular a donde te llamen, es súper complicado. Hay muchas personas en la sociedad que los catalogan, o a nosotros muchas veces nos dicen “si ellos pueden trabajar, por qué no buscan y ustedes siguen manteniéndolos”, ese tipo de cosas. Pero es bastante difícil. Nosotros creemos en ellos y queremos que ellos crean en ellos mismos.


Y hoy, ¿en qué situación están con el proyecto?, ¿cómo se viene dando?, ¿cómo se está dando tu integración en eso?


A: Es loco, la verdad que para mí esto es un sueño. Pasar de un mundo a otro, cuando no tenés esperanza de nada, cuando tu única salida es la muerte. Y de repente, aparecen ellos, yo siempre digo, para mí ella es mi ángel que dios me mandó. Porque yo dije una noche “che dios, si realmente existís, demostrame. Yo quiero cambiar esta vida, no quiero más sufrir esto. Y la mandó a ella”. Obvio tuve recaídas, hubo veces que otros voluntarios tuvieron que andar por todo el centro en auto, toda la noche buscándome, y ‘el tipo’ de gira. No fue un proceso fácil para ella, tuvo que llorar, la tuve que decepcionar. Pero hasta el día de hoy como se ve, es de fierro, siempre a mi lado y siempre me reta. Porque es como que yo estoy aprendiendo muchas cosas. Si bien 40 años viví en el otro mundo, en el mundo de la rebeldía, de la soberbia, del orgullo, de la vanagloria. Y ella me enseñó muchas cosas, aprender a respetar, fue como mi maestra de la vida, la madre que nunca tuve. Porque yo lo tomo desde ese punto de vista, ella es la que siempre me corrige y enseña, la madre que nunca tuve.


Y con el tema del proyecto, ni yo me la creo. Imaginate, de comer de la basura, a ser socio de un bar, es algo increíble. Y en tan poco tiempo. Aparte que este empresario también fue el que colaboró con los pasajes en avión, para que vaya a ver a mi familia. Me dio plata para que esté tranquilo ahí, que no tenga preocupación de nada, yo vivo ahí mismo y él también me ayudó con el alquiler. O sea que gracias a dios siempre tuve gente que me apoyó, siempre hay muchos voluntarios del grupo que me ayudan, que vienen y me visitan, que cuando necesité me colaboraron. La verdad que para mí esto es un sueño, el hecho de poder demostrarme a mí mismo que he podido ganarle a la muerte, que he podido ganarle al otro mundo, a las adicciones, que se puede. Se puede con las personas correctas acompañándote.


¿Y cómo surgió la idea de que el tipo de emprendimiento sea inclusivo en sí mismo?


A: Por eso, fue inclusivo, porque a personas de 60 años no se les da trabajo, por dar un caso. Estamos con chicos de Casagrande, de Milque que son chicos y chicas que no tienen trabajo en ningún lado, nadie les va a dar la oportunidad. La gente es muy discriminadora, a veces, poniendo excusas como “no, que ya reniego con este que no es ‘enfermo’, te imaginas lo que voy a renegar con este otro”. Se los cataloga, y son personas especiales que necesitan aprender, como a mí me enseñan día a día.


¿Y ustedes cómo se lo imaginan, como organización, para adelante a esto? Esto empezó siendo una pequeña experiencia, ¿y ahora cómo sigue?


N: Así como la de Alberto, hay varias historias de vida, que pudieron cambiar, con un poquito de ayuda, con ese empujoncito que damos nosotros. Nosotros somos un nexo. Pero bueno, nos faltan algunas herramientas. Alberto tuvo la suerte de que apareció este empresario, Omar. Pero nos hacen falta esas herramientas de personas del Estado, o personas que realmente tienen la posibilidad que nosotros no tenemos.


¿Ya fueron a golpear puertas, para ver si hay algún tipo de política donde puedan incluir esto?


N: Sí, siempre se intenta, y siempre hay promesas. La esperanza es lo último que se pierde, dicen. Pero bueno de a poquito, vamos cambiando, aunque sea de a una, dos, tres personas. Y ya nosotros nos sentimos bien con eso.


¿Cómo se contacta Un Plato Caliente?


En persona (risas). Y también nos pueden buscar en las redes, tenemos Face e Instagram, como “Un Plato Caliente”, ahí se pueden enterar de todas las actividades que venimos realizando ya en estos dos años, la verdad que el grupo creció mucho.


¿Cuántos chicos son?


Voluntarios activos somos 35, pero tenemos mucha gente que nos colabora. Las rondas son los jueves y ahora empezamos a salir los sábados, porque era el único día que no estaba cubierto con rondas nocturnas, que les brinda la cena a persona en situación de calle. También hay gente que nos dona, que no puede asistir porque las rondas son de 11 hasta las 2 de la mañana, un jueves que al otro día te tenés que levantar a trabajar. Entonces a muchas personas se les complica, pero nos ayuda siempre aportando las verduras, el pollo, la carne, descartables. Y es todo un gran trabajo también, todo un proceso.


¿Realizan algunas actividades o jornadas comunitarias en las que las personas puedan acercarse, o realizan rifas, algo por el estilo, para recaudar fondos?


Hace un mes hicimos un locro porque queremos convertirnos en Fundación, para lo que además de plata, se necesitan otras cosas, que las estamos gestionando para ver si este año podemos hacer todos los papeles para llegar a cumplirlo. Y bueno, eso nos ayudaría muchísimo con los subsidios y es todo más fácil. Por ejemplo, hay empresas que nos ofrecieron ayuda, pero al no ser Fundación perdemos esas posibilidades.


Pero todo está en el Face, ahí se enteran de todo. Las actividades que tenemos actualmente y las rondas son los jueves y los sábados por la noche. Y el primer domingo del mes, hacemos una merienda integradora en el parque 9 de julio, todo para las personas en situación de calle.


Siempre me llama la atención cómo de una situación de necesidad, nace un proyecto ¿siempre van viendo las potencialidades de las personas que están en situación de calle para seguir armando proyectos con ellos?


Sí, claro, siempre está la posibilidad. Ahora también hay una de las chicas que es doctora y nos está ayudando mucho con lo que se nos imposibilitaba del área de la salud. Gestionamos los DNI, y toda ayuda es siempre más que bienvenida.


¿Qué les gustaría que los oyentes hagan cuando escuchen la experiencia?


Nadia: Invitarlos a sumarse como voluntarios, siempre hacen falta manos. O bueno, a colaborarnos. Nuestro sueño es tener nuestro propio hogar y poder contener, ayudar, acompañar a todas las personas. Invitarlos también a que vayan a visitar el Bar UP, en Córdoba 191, que está muy lindo.


A: Quisiera transmitirle a la gente que se puede cambiar, quizás no se puede cambiar el mundo, pero la gente de Un Plato Caliente cambió mi mundo. Y si esto se contagiara, creo que seríamos una sociedad mejor y este mundo iría mucho más para adelante.

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