Guadañas all inclusive, una propuesta para construir un fútbol más diverso.
Por Eva Fontdevila
El 19 de febrero se celebra el Día internacional contra la homofobia en el fútbol, un intento por desnaturalizar la discriminación que sufren las personas del colectivo LGBTTIQ en uno de los deportes más populares del mundo. Si bien el camino hacia la igualdad de géneros está siendo transitado, y la mayoría de los clubes importantes van de a poco incorporando una mirada de género, inclusión de mujeres y diversidades, estructuras institucionales, protocolos, capacitación, etc., la lucha aún es ardua y surgen iniciativas que cuidan a quienes quieren incursionar en la práctica, pero sin someterse a la violencia. En Tucumán, desde hace algunos años, un grupo de jóvenes y no tanto se reúnen en torno a la pelota para construir un espacio novedoso.
Pablo Pérez es integrante de Guadañas All Inclusive, un equipo de masculinidades diversas de Tucumán que hace 8 años, según su descripción, “Surgió con una dinámica de potrero. Unos amigos decidieron juntarse a jugar a la pelota. La mayoría eran gay y se dieron cuenta que era necesario consolidar una propuesta de estas características para algunos integrantes de la comunidad LGTTBQ de la provincia”.
Pero ¿por qué armar una propuesta alternativa? “Muchos de los fundadores eran chicos que habían sido expulsados -y es un factor común a todos los que llegan al equipo- de las canchas de la práctica deportiva del fútbol en su adolescencia, porque no cumplían con algunos parámetros exigidos por el fútbol: porque no lograban las destrezas que exigía la competencia o porque comentaban que eran gay entonces el homo odio que atraviesa los espacios deportivos y especialmente el fútbol les fue siendo hostil hasta que desistieron de seguir jugando a la pelota”
¿Qué les aporta Guadañas entonces? Pablo lo explica: “Guadañas es para muchos un espacio donde pueden practicar el fútbol siendo ellos mismo, sin inventarse un clóset. Ese es el fuerte de la propuesta. En este camino, aparte de los partidos que tenemos semanalmente los sábados, hemos ido abriendo espacios como los entrenamientos, donde muchos que no sabíamos jugar a la pelota fuimos encontrándonos con el balón, familiarizándonos con las reglas propias de la práctica deportiva, y con un entrenamiento físico que permite sostener esa práctica deportiva. Eso es importante; no es obligatorio, pero es una forma de mejorar en el fútbol. Sin exigencia de que seamos Messi o Ronaldinho cada uno juega con lo que puede”.
En cuanto a algunas reglas propias del grupo, Pablo cuenta que “los encuentros de los sábados tienen como característica que no contamos los goles; de esa manera eliminamos el elemento competitivo, no importa quién gana, celebramos la práctica en sí misma, la gambeta, las paredes, la jugada, el gol de cada uno es celebrada por el otro en la alegría compartida del gol de cada uno”.
Una de las apuestas fundamentales, describe el jugador, “es la importancia del tercer tiempo, un espacio donde construimos vínculos de solidaridad, compañerismo, escucha atenta...vamos construyendo formas y deconstruyendo también; hay charlas importantes respecto de la historia de cada uno, cuestiones que hacen a la lucha y el activismo por los derechos en el deporte del colectivo LGTBQ politizando la práctica deportiva. En ese sentido el tercer tiempo es tan importante como los picados y los entrenamientos”
Y precisamente en la dimensión política de esta apuesta pone el ojo y la palabra Pablo Pérez cuando profundiza en la búsqueda de largo plazo: “Es una propuesta integral para pensar un fútbol distinto, diverso que ponga en entredicho la práctica deportiva hegemónica, heteronormada y patriarcal que existe desde la practica barrial hasta en el fútbol profesional. Este es una espacio seguro para los gays, putas, maricas, chicos trans, que han sido expulsados de las canchas; hay una revancha no vengativa, una revancha con uno mismo, es volverse a encontrar con ese pibe de 10, 12 14 años que tuvo que dejar la práctica deportiva porque no era un ambiente seguro para cada uno. Pero también es importante que esta discusión no genere ghetos, sino avanzar a la politización de la práctica: que ponga en cuestionamiento al fútbol profesional donde hay muchos jugadores que son gay. Hay jugadores que se han pronunciado a favor de que el fútbol salga del clóset. No generar ghetos sino espacios seguros que se institucionalicen también en los grandes clubes”.
En cuanto a la transformación personal que se experimenta en esta propuesta, Pablo sostiene que “Ninguno de los integrantes de Guadañas vuelve a ser el mismo; no sólo porque la práctica deportiva conlleva un bienestar en sí mismo sino porque hace sanar viejas heridas de esos espacios futbolísticos hostiles de la adolescencia; y sobre todo porque permite desmontar estereotipos de una mirada capacitista sobre la actividad, según los cuales los gay no pueden o no saben jugar; en los entrenamientos con otros chicos, con varones heterosexuales hemos estado jugando a la pelota de igual a igual, y eso tiene que ver con la práctica regular del fútbol que nos prepara y que nos venía negada. Tanto a nivel biográfico personal, como comunitario hay beneficios. Hay acercamiento con otros que no forman parte de la comunidad, pero también hay una oportunidad de sanarse, vivenciar el fútbol desde otra lógica que sana, que empodera”, cierra con orgullo.
Comments